Acercamiento animado al universo zombie
En el panorama del cine de animación actual hay tres niveles de películas: aquellas que vienen a ocupar un espacio en la cartelera sin mayor sorpresa o novedad, que son pura rutina; las que tienen algunos elementos interesantes pero que carecen de vuelo por su falta de ambiciones o por la simpleza del conjunto; y las verdaderas obras maestras. ParaNorman está ubicada tranquilamente en el segundo grupo, ahí nomás del lote de grandes obras del género, especialmente porque termina reduciendo su alucinante aspecto visual y su divertido entramado de referencias a un cuentito moral destinado a que los más chicos acepten a quienes son diferentes. Pero más allá de su objetivo didáctico, que es verdad también tiene sus complejidades (la mirada no está exenta de referencia histórica, social y política), ParaNorman recurre acertadamente al cine de terror más clase B y lo aplica creativamente al cine animado y destinado a los más chicos.
Muchos han señalado ya la relación explícita con Sexto sentido, por el hecho de que el protagonista es un chico que tiene contacto con los muertos. Pero la relación es más directa que una simple referencia argumental -y por una cuestión geográfica mucho menos cercana para nosotros- y tiene que ver con aquella escena en la que el pequeño Cole Sear veía a los negros ahorcados del pasado en el mismísimo lugar donde en el presente se erigía una escuela, institución fundamental en eso de impartir nociones básicas de la historia y la construcción de una nación. ParaNorman está ambientada en un pueblito, símil Salem, donde en el pasado se mandó a la hoguera las brujas. Y ese asunto tendrá mucho que ver con el mundo de zombies, fantasmas y hechizos que pueblan el relato: los errores del pasado, reiterados y promovidos por la masa social como conducta y dictadura cultural, son en definitiva los causantes de varias maldiciones como la violencia, el odio y la discriminación. Lo bueno de ParaNorman es que mientras todo esto se expone, la aventura avanza sin dilaciones.
Si algo tiene de muy bueno este film de Chris Butler y Sam Fell es que precisamente logra una película animada divertida y didáctica para los chicos, pero a la vez política y sugerente para los adultos sin que resulte excesivamente adulta o infantil. Y todo esto enmarcado en un relato que es cristalino en su homenaje el cine con citas genéricas pero a la vez simbológicas: hay por allí un ringtone con la música de Halloween, una máscara a lo Jason o toda una iconografía zombie presente tanto en los colores como en la selección de planos. Dentro de un subgénero como el de zombies, en el que parece haberse dicho todo ya, ParaNorman funciona como una revitalización interesante y una vuelta de tuerca más. Es como Muertos de risa, una comedia de terror muy válida, pero a la vez una posibilidad de darle nuevo sentido a los muertos vivientes: aquí son esos que vienen a expiar las penas del pasado.
Lo que está muy presente en este film, producido por la misma casa de la excelente Coraline, es la mirada de dos directores emblemáticos: por un lado, esos zombies humanizados tienen la pertenencia de Spielberg, mientras que por el otro el protagonista Norman es un chico melancólico e incomprendido a lo Burton. Cuento sobre aceptar al diferente y sátira social (y en eso es súper coherente con las películas de zombies: siempre fue un subgénero político) al mismo tiempo, nada de esto funcionaría si la película no fuera, antes que eso, una obra de arte pensada y construida con coherencia: personajes bellos y complejos, humor con chistes de gran factura y una narración fluida sobre la base de la aventura. Lo que queda en la superficie es el cuento y lo demás está puesto para ser decodificado por el espectador (los momentos de la turba indignada también hacen recordar a Los Simpson: allí una niñita es capaz de arrojar su osito incendiado contra los “monstruos” y una mujer policía le dirá a un ciudadano que la fuerza es la única habilitada para disparar contra civiles). Un film inteligente y ameno, tal vez menor por cierta simplificación hacia el final, pero que está destinado, como el cine que homenajea, a ser un fenómeno de culto.