Tanto Gi Taek como su familia están sin trabajo y logran subsistir en un sótano que tienen como casa, hasta que su hijo mayor, Gi Woo, empieza a dar clases particulares a domicilio a la hija de los adinerados Park y encuentran una nueva forma de vivir que tendrá resultados imprevisibles.
Hablemos de Parasite, una película coreana que se convirtió indudablemente en la mejor del 2019. Esta fue dirigida por Bong Joon - Ho, a quien probablemente reconozcas de forma inconsciente por su trabajo en Memories of Murder, Okja, The Host, Snowpiercer, entre otras. Un director impresionante, que te hace vivir la película, te lleva por la historia como un personaje más que siente todo y que maneja el desarrollo del film y las motivaciones de los personajes con maestría.
Ahora sí, veamos algunos puntos que convierten a Parasite en una obra maestra.
Parasite es un film cuyo título obviamente hace referencia a la historia que transcurre en la casa de los ingenuos ricos que están totalmente desconectados de la realidad que los rodea, mientras que los pobres se aprovechan de esto. Trata la crítica social entre la clase alta y baja, marcada en cada detalle, principalmente en el ambiente de cada familia y en la actitud de estas respecto a determinadas situaciones. Pero también va más allá de eso.
Para comenzar, hablemos del atractivo principal: los personajes, que están perfectamente construidos. Desde los diálogos y las acciones hasta los detalles que rodea a cada uno. Fueron tan bien ideados y realizados que llegando a la mitad de la película ya sentís que los conoces de siempre, y podes saber cómo va a actuar cada uno. Incluso podemos reconocer a la casa como un personaje más, construida y pensada para esta función.
Siguiendo con otro punto, el que ya leyó algo mío alguna vez sabe que los detalles llenos de simbología y referencias son mi debilidad, y esta película está hasta en lo más mínimo. Como se trata el tema del olor, la imagen de los insectos, la piedra que le regalan a Ki-woo, el reflejo de la tormenta y sus consecuencias en cada situación, como los ricos y pobres se perciben entre ellos, siendo los ricos personas crédulas y estúpidas, y los pobres sucios y dóciles. Meticulosa, bien cuidada y totalmente metafórica.
La película da un giro donde el género cambia totalmente y te mantiene en un hilo agresivo lleno de suspenso que culmina en un desenlace muy a lo Tarantino. Y por si hay alguien en la sala que no termino de entender el final, el mismo Ki-taek te lo explica previamente:
“Ki-woo, ¿sabes qué tipo de plan nunca falla? Ningún plan. ¿Sabes por qué? Si haces un plan, la vida nunca funciona así. Mira a nuestro alrededor. ¿Acaso pensaron esta gente en "¿Pasemos la noche en un gimnasio"? Pero mira ahora. Todos están durmiendo en el suelo, nosotros incluidos. Por eso la gente no debe hacer planes. Sin un plan, nada puede salir mal. Y si algo se sale de control, no importa. Ya sea que mates a alguien o traiciones a tu país. Nada de eso importa. ¿Entiendes?”
Este diálogo, en conjunto con la toma final de la cámara bajando desde la ventana del semisótano hasta Ki-woo, presentando la misma imagen que en el comienzo pero con una tonalidad más oscura, nos cuenta absolutamente todo. Esa historia de esperanza, en la que él estudia, trabaja y logra comprar la casa para reunirse con su padre, jamás pasará.
Todo cierra al final, todo tiene un motivo, no hay escenas “gratis” o de relleno. Desde un principio se marca como es cada familia y cómo será la trama. Excelente historia, excelentemente narrada. Cada departamento de la producción se destaca sin dejar mucho que desear. Dirección, arte, fotografía. Es insuperable. Una clase para quien estudia cine. Sin dudas el sur de Asia se puede quedar con el merecido reconocimiento de haber realizado la mejor película del año y es hermoso ver que, finalmente, un film extranjero pueda ser valorizado como tal.
Por Estefanía Da Fonseca