Dog eat dog
En un momento muy convulsionado de nuestro continente (y mundo), llegó “El Guasón” (2019) como símbolo para hacerse parte de algunas de las protestas que se están dando en Chile, Ecuador, Hong Kong o Líbano. Si bien el mensaje de la película fue bastante directo y literal deja varias aristas que dan lugar para la discusión. Quizás el problema de este film al analizar los estallidos sociales es que en las sociedades – o la política – no hace falta un clima muy tenso ni una desigualdad tan evidente para que ocurra el desencadenante, Chile es el ejemplo más evidente al respecto.
Las tensiones muchas veces están tan ocultas y la desigualdad está tan naturalizada que el desencadenante es imprevisible. Parasite (2019), la última película de Bong Joon-ho y ganadora de la Palma de Oro en Cannes, es un claro exponente de este tipo de choques sociales porque muestra cómo todos los estratos sociales luchan entre sí para mantenerse y no es necesario poner el dedo en una parte del sistema para demostrar que falla por todos lados.
El film expresa esto con una variedad de registros que va desde la comedia, la parodia, la tensión y la acción, el drama, el gore y el terror, y un final tan triste como desolador. También una puesta en escena en la que ningún elemento está puesto al azar y una fotografía muy bien lograda.
El film retrata como protagonista a una familia de bajos recursos de Corea, en la cual sus integrantes viven con un trabajo ultra precario, como pueden, hasta que Min (Park Seo-joon) amigo del hijo de la familia, Kim Ki-woo (Woo-sik Choi), le ofrece un trabajo como tutor de inglés de la hija mayor en la casa del señor Park (Lee Sun-kyun), una familia adinerada y de muy buen pasar.
Lentamente, Ki-woo verá que se generan oportunidades de trabajo para el resto de su familia (algunas abiertas de forma poco ortodoxas) y de a poco se irán acoplando a la vida. El giro de la película es delirante in crescendo y todo lleva a un final inesperado, dramático y fuerte, que deja pensando demasiadas cosas relacionadas con la clase de seres humanos que somos en general, tanto en oriente como occidente.
La cuestión que se pone en tela de juicio es el egoísmo en general, la ambición y la falta de empatía, sin necesidad de hacer una crítica puntual o social. En “Parasite” no hay héroes, no hay víctimas, no hay bien y mal, son todos personajes despreciables por un motivo u otro.
Desde la familia sin escrúpulos que miente constantemente para conseguir un beneficio y un nuevo trabajo, la familia rica sin ningún tipo de empatía por lo que la rodea que deja sin trabajo a la gente dejándose influenciar por cualquier tipo de comentario, sin comprobar nada. El engaño como método constante de supervivencia, ya sea para autoconvencerse de que las cosas son perfectas, para engañar a los demás, o para sacar ventajas. Después está la representación de determinadas cuestiones más relacionadas con lo que es la sociedad coreana, la mención a Corea del Norte, los problemas en los barrios más humildes y la falta de contención del Estado, en menciones sutiles pero contundentes.
El símbolo visual y estético de la película es la escalera, en todo momento los personajes suben y bajan de un ambiente a otro para esconderse, y simbólicamente subir en la escala social. Una forma de querer escalar a la fuerza, un procedimiento para lograr lo que quiere y hundir al otro. Un error y sos descubierto, una falla y no hay lugar en el sistema.
No se trata de una película de denuncia con un mensaje social. Se trata de un enredo de humor negro y suspenso que no deja respiro y mantiene la tensión en todo momento. Pero el mensaje que brinda va más allá de lo literal y eso es lo más destacable.