Obra única y autosuficiente en términos de personalidad
De vez en cuando nos sucede este ejercicio de mirar el panorama global de la experiencia de ir al cine cada año, y lo cierto es que los números sorprenderían a más de un desprevenido que intente adivinar a cuantas proyecciones asistimos. El año pasado, en el caso de quien escribe, fueron más de quinientas setenta películas entre los estrenos locales, festivales, muestras y aquellas repetidas que uno suele volver a ver ya en plan de paseo, salida con los chicos o alguna cita. Sin entrar en detalles la cuenta promedio dará un mes y pico de 2019 dentro de una sala cinematográfica, y mejor no seguir sumando porque es para el diván. Esta reflexión viene a cuento de preguntarse: ¿cuántas de estas producciones quedan realmente en la memoria física y emotiva? ¿Cuántos de estos filmes permanecerán ahí indelebles para tenerlos a mano cada vez que se hable de un tema u otro en alguna reunión? Pocos.
Como si se tratase de una opinión coyuntural sobre el mundo occidental y sus desigualdades, se podría decir que llegó el turno de los espectadores argentinos de analizar la enorme cantidad espejos en los que se pueden ver reflejadas las miserias humanas. Nos llegó el turno de ver “Parásito”, una sátira rabiosa sobre las estructuras sociales.
Este opus de Bong Joon-Ho que ya había puesto foco en la desigualdad en “Okja” (2017), tiene un comienzo demoledor al presentar los personajes y su hábitat en una secuencia en la cual, además de mostrar el departamento-sótano donde está instalada la familia Kim, nos introduce en el tipo de humor negro y crítico con el que decide registrarla. “Ki-taek” (Choi Woo-sik), su esposa Chung-sook (Hye-jin Jang), y sus dos hijos, la autodidacta Ki-jung (So-dam Park) y el joven Ki-woo (Woo-sik Choi), apenas si pueden alzar sus cabezas a la altura de la calle a través de esa pequeña ventana que da a los tachos de basura. Y desde ese lugar, robando wi-fi al vecino y doblando cajas de pizza como una de las tantas changas, intentan encontrar cuanta ventaja puedan sacar de cada oportunidad que se presenta.
Son supervivientes y como tales, vivos, pícaros, y dispuestos a correrse de andarivel moral si es necesario. Al irse de viaje de estudios, un amigo de Ki-woo le pregunta si conoce a alguien que sepa enseñar inglés para una niña estudiante particular de clase muy alta. Aparece la chance. El propio Ki-woo se hace pasar por profesor, pero esto que parece una ocasión para uno de ellos se convertirá en un espiral de astucia y falta de escrúpulos para que toda la familia, tramoyas y teorías conspirativas para influenciar a los ricos, ocupe un lugar en esa casa.
El humor de los textos de todas estas situaciones va mutando levemente hacia lugares cada vez más oscuros y siniestros, sin embargo el equilibrio entre el humor y la crítica social es perfecto, porque para cuando esperamos que el brillante guión, del propio director en colaboración con Han Jin-won, siga por ese camino, “Parásite” introduce giros sorpresivos que llevan la historia hacia lo inesperado. pero incluso para cuando nos damos cuenta de la fusión de varios géneros que aportan a la escalada de violencia, la película nunca pierde su norte ni su intención de generar intriga.
A medida que avanza iremos de sátira a thriller social. Esta obra nominada a seis Oscars, incluyendo mejor película internacional y mejor película a secas, apuesta por artilugios narrativos de puro lenguaje cinematográfico. Es notable, por ejemplo, como la dirección de arte logra que el contraste de los espacios entre casa pobre-casa rica no sólo no resalten y estén incorporados a la imagen sin maniqueísmos, sino que se transformen en personajes en sí mismos. o al menos en estructuras icónicas de la falta de equidad, base fundamental para el funcionamiento del capitalismo.
Un elenco superlativo que funciona como un relojito, sin estridencias pero preciso en la dosificación de emociones hasta que dan la orden de hacer estallar a sus composiciones. Podría citarse (no sin caer en caprichos) algunas referencias a otros cineastas, pero la realidad es que Bong Joon-Ho ha hecho una película única y autosuficiente en términos de personalidad. Es cierto que quedarán varias situaciones rebotando en la mente del cinéfilo (la inundación del baño, la del chofer en su primer día), pero más que eso aún, para quien se siente en la butaca y se deje llevar por el dinamismo del relato, la estrella de “Parásite” es la capacidad de sorprender con algo nuevo a cada rato. ¿Cuántos de estos filmes permanecerán ahí indelebles para tenerlos a mano cada vez que se hable de un tema u otro en alguna reunión? Pocos. Este es uno de ellos.