Parker es la nueva película del prolífico Jason Statham, pero en una versión que hace años no se ve. Desde la muy buena The Bank Job (2008) que el actor no encabezaba un proyecto en el que él no fuera Statham, un sinónimo todavía creíble de lo que tiempo atrás era Stallone, Schwarzenegger o Van Damme. Es que los roles similares al Frank Martin de The Transporter –papeles que lo convirtieron en el menos prescindible de los Expendables- han hecho olvidar que algunas de sus grandes películas lo tenían sólo como el inglés que convence cuando habla, sin repartir las palizas por doquier que se sabe puede entregar.
En la línea de Lock, Stock and Two Smoking Barrels, Snatch, The Italian Job o Revolver -otras en la lista de un Statham que no es Statham-, se inscribe el último trabajo de un Taylor Hackford (Ray) que se ha mantenido bastante callado en la última década. Aquí ofrece una cara deslucida de su atlético protagonista de la mano de una película que no termina de demarcar su rumbo, con una notoria carencia de acción, en caso de querer anotarse en dicho género, o de intriga y ritmo, como un thriller que asoma y no termina de salir a la luz.
Aún a pesar de lo transparente de su recorrido, el guión de John J. McLaughlin (Black Swan, Hitchcock) logra evitar muchos lugares comunes y, en ese sentido, resulta en una bienvenida sorpresa dentro de su falta general de definición. En cierta forma similar a Jack Reacher -el antihéroe con un código personal-, presenta pequeños pero evidentes volantazos de cara al cliché, tanto en las decisiones del personaje central como en las líneas argumentales que se trazan para sus contrapartes femeninas, más allá de que el tronco central de la trama sea básico.
Con casi dos horas de metraje al momento de los créditos, es difícil no notar que Parker tiene un conflictivo manejo de los tiempos. El director quiere exprimir cada secuencia y su mano es invasiva –hay hasta un ralenti horrible símil Broken City-, con tres grandes arcos –el robo presentación, la búsqueda/sanación y el desenlace- a los que le sobran largos minutos. Así se da la tardía aparición de Jennifer Lopez, algo que de buenas a primeras se agradece a pesar de que su interpretación de bajo perfil resulte convincente, pero también se pierde a Nick Nolte, a quien cada vez se le entiende menos al hablar pero que en el último lustro ha vuelto a recuperar terreno perdido. J-Lo llega muy avanzada la película y Hackford quiere darle un fuerte contexto emocional, con problemas familiares, económicos e incluso un policía enamorado que la persigue, y si bien abre las puertas a un humor negro que le sienta bien, termina por estirar más un producto que parece no querer cerrar.
Parker tiene a Statham y quiere ser más que otra variante de El Transportador, pero se queda corta al no terminar de establecer nunca qué es lo otro que quiere ser. Con el pase de antorcha que Sly le hizo en The Expendables a la última estrella del cine de acción, también le pasó un poco de la suerte que corrían sus películas cuando Stallone no hacía de Stallone. Aún siendo buena, Parker tendrá el mismo destino que Driven… o, peor aún, que Shade.