El londinense Oli Parker escribió las dos entregas de El exótico Hotel Marigold y dirigió la secuela de Mamma Mia! Esos antecedentes sirven para exponer sus intereses y las búsquedas (bastante similares) de este nuevo trabajo como guionista y realizador. El suyo es un cine básico, elemental, atado a las fórmulas, fácilmente digerible, no exento de simpatía y con muchos elementos propios del crowd-pleaser.
En este caso, la idea es un regreso al universo de la comedia romántica y, más precisamente, a ese imperio del diálogo mordaz y el ritmo frenético de la screwball-comedy. Un poquito de Pecadora equivocada, de George Cukor; otro tanto de Ayuno de amor, de Howard Hawks; y el resto pasa por reciclar estructuras clásicas como la guerra de los sexos y el esquema del re-matrimonio.
George Clooney (que vendría a ser aquí una suerte del heredero de Cary Grant) y Julia Roberts (la indiscutida reina del género en los '90) se reencuentran (ya habían trabajado juntos en La gran estafa, La nueva gran estafa, El maestro del dinero y muy brevemente en Confesiones de una mente peligrosa) cuando sus carreras no atraviesan precisamente sus mejores momentos. El, con 61 años; y ella, con 54, aceptaron jugar el juego del regreso tanto fuera de como en pantalla. Y lo hacen con el profesionalismo, la ductilidad, el encanto y el aplomo de las auténticas estrellas. Si Pasaje al Paraíso no levanta vuelo, no trasciende un techo demasiado bajo, es porque el guion y la dirección de Parker son demasiado básicos, superficiales y subrayados. No es que los cultores o cultoras de la comedia romántica estén esperando a esta altura grandes sorpresas o revelaciones, pero los principales engranajes del film chirrían de tanto desgaste.
La excusa argumental es la siguiente: Lily (Kaitlyn Dever) termina la carrera de Derecho en Chicago y para celebrar su graduación viaja con su mejor amiga Wren (Billie Lourd) a Bali (en verdad el film se rodó en Australia). Allí, en medio del Paraíso al que alude el título, ella se enamora de Gede (Maxime Bouttier) y decide quedarse a vivir en el lugar. Cuando Lily les informa que pretende casarse, sus padres David (Clooney) y Georgia (Roberts) viajarán hasta allí con el objetivo de impedirlo. ¿Por qué? Porque no quieren que su hija repita el mismo error que ellos cometieron 25 años atrás. En efecto, David y Georgia se casaron, tuvieron a Lily, pero luego se divorciaron en los peores términos. Hoy son enemigos íntimos. Y, a pesar de que se odian, deberán unir fuerzas para que su hija abandone la idea del matrimonio. No contaremos nada más (se podrán imaginar el resto), salvo que para complicar aún más las cosas Georgia está en pareja con el francés Paul (Lucas Bravo), un piloto de avión tan carilindo con tontuelo.
Pasaje al Paraíso es una película leve, intrascendente, agradable, demagógica y por momentos disfrutable. Ese disfrute dependerá en esencia de la mayor empatía o rechazo que cada espectador tenga respecto de la comedia romántica más tradicional. En ese sentido, hay que ir sin demasiadas exigencias al encuentro de esta película y dejarse llevar por caminos previsibles, es cierto, pero acompañados por el carisma de dos estrellas de las que hoy no abundan, dignas de la mejor tradición del Hollywood clásico.