"Pasaje al paraíso", una comedia romántica de otro tiempo.
Las estrellas de Hollywood interpretan a una ex pareja que llevan dos décadas divorciados, pero que deben volver a aunar fuerzas para arruinar la boda de su hija.
Julia Roberts y George Clooney. George Clooney y Julia Roberts. Ver esos dos nombres bien arriba en el afiche de la misma película impacta y ya quisieran muchos productores y directores contar con semejante aval para sus trabajos. Y aunque en el imaginario popular pueda parecer que se los ha visto juntos en pantalla muchas veces, la verdad es que no han sido tantas, ni en las circunstancias que por primera vez se producen en Pasaje al paraíso, de Ol Parker. Porque es cierto que habían compartido cartel junto a una larga lista de estrellas en las dos primeras entregas de la saga Ocean’s Eleven (2001 y 2004). Que en el medio se encontraron de nuevo en Confesiones de una mente peligrosa (2002), debut como director de Clooney, y que recién en 2016 volvieron a reunirse en El maestro del dinero, con Jodie Foster como directora. Pero en ninguna de ellas tenía lugar lo que todo el mundo quería ver: una comedia romántica entre dos de los actores populares más carismáticos y encantadores de su generación.
Bien, la espera llegó a su fin, lo que no quiere decir que la reunión cumbre haya resultado un éxito. Seguro lo será en términos comerciales, no solo porque la propuesta está pensada para atraer a un público amplio, al que los dos nombres grandes al tope del poster les resultará motivo suficiente para dejar Netflix por un rato y volver al cine. (Nota: cualquier excusa es buena para eso.) También porque ambos intérpretes cumplen en compartir su encanto por un rato con sus personajes y en ese gesto está lo mejor de Pasaje al paraíso. Acá, Roberts y Clooney interpretan a una ex pareja que llevan dos décadas divorciados, pero que deben volver a aunar fuerzas para arruinar la boda de su hija, por considerar que la chica está cometiendo el mismo error que ellos veinticinco años atrás.
títulos, con la capa de decepción que significó el cine de los 70 de por medio e incluso la del cine post 11/9, un final como el que propone Pasaje al paraíso, tan arbitrariamente feliz, se revela más como una imposición del departamento de marketing que como la decisión de un buen guionista.