Mirada que privilegia el suspenso
Una mirada al afiche publicitario permite anticipar drama, acción y romance. Eso es lo que prometen las imágenes elegidas para el diseño del poster y eso es lo que la película entrega en dosis moderadas. Porque más allá de que su relato transcurra entre un presente en España y un pasado argentino en tiempos previos al golpe del ‘76 (el film es una coproducción en pleno derecho, con actores y técnicos de aquí y de allá); más allá de que su protagonista, Miguel (Chino Darín entonces, Miguel Angel Solá ahora), supo militar en las bases de la Juventud Peronista, entroncando el film en la tradición de un cine necesariamente político; más allá incluso de que el realizador basó la historia libremente en vivencias reales de sus padres, Pasaje de vida no deja de ser esencialmente un film genérico, atravesado por lugares recurrentes ya visitados con anterioridad.“¿Qué esconde, qué cosas no me ha contado?”, dice la mirada de Mario (Javier Godino), luego del accidente cerebral que ha dejado a su padre desorientado y olvidadizo. El encuentro con un manuscrito inédito volverá a despertar ese y otros interrogantes sobre el pasado, fundamentalmente aquellos sobre su madre desaparecida. Alternando esas dos temporalidades, el film juega al suspenso, ocultando datos que serán develados lentamente, relegando el más importante para los últimos minutos. De rigurosas patillas, pantalones Oxford y camperas ligeras de cuero (en notoria sobreactuación del diseño de arte), los Montoneros de Pasaje... alternan enérgicas discusiones con pintadas y huelgas en una fábrica, mientras el drama de la vida política argentina se pone cada vez más espeso.Resulta interesante que Corsini haya optado por ubicar su crónica tras la muerte de Perón pero antes de la caída de su viuda –y no en plena dictadura– y hay incluso escenas que plantean polémicas sobre el rol de los “perejiles” en la organización (debate que será zanjado sobre el final con un breve discurso reivindicativo), pero es apenas un detalle en una estructura narrativa que privilegia los mecanismos del suspenso y las emociones primarias sobre cualquier otra disquisición. El film persigue la empatía con los personajes mediante la historia de amor entre el personaje de Miguel y Diana (Carla Quevedo), compañeros de lucha y luego de armas, equilibrando la turbulencia de esos tiempos con la aparente calma del presente europeo. Avanzando previsiblemente con cada cambio de plano y golpe de timón de la trama, Pasaje..., de alguna manera, se asemeja a su afiche: de diseño sencillo y efectividad relativa, un poco chillón, convencional en sus formas y apenas un poco menos en sus contenidos.