Se está produciendo un fenómeno curioso en las salas de cine del país, y es que cada semana nos encontramos en cartelera con películas de origen ruso. Los ejemplos son incontables, y “Pasajero 666” es un nuevo exponente de esta ola.
La explicación es más o menos sencilla: Rusia está financiando (en un intento por impulsar su industria) una tonelada de películas con presupuesto generosos, y la mayoría de ellas enfocadas directamente en el terror, tal vez el género -por excelencia- más comercial de todos.
Se venden a bajo costo internacional, lo que significa garantizar una expansión hacia todo el mundo. Una jugada de marketing interesante, que incluye el doblaje total de las películas al inglés. Por supuesto que no es nuevo. Italia lo hacía mucho en los 60’.
En “Pasajero 666”, una joven doctora que viaja con su hija en avión se ve atrapada en una tormenta de grandes proporciones. Allí, los viajeros comienzan a enfrentarse a muertes inexplicables que escapan a la lógica de la realidad.
No hay nada demasiado novedoso en esta película que tiene como eje el espacio cerrado, pero también un montón de elementos trillados, ejecutados con poca eficacia.
El prometedor inicio parece ser lo único que sostiene una vuelta de tuerca final interesante, pero que llega sin fuerza ante el vale todo de elementos que van del thriller al fantástico sin escalas.
Pareciera que “Pasajero 666” quiere ser todo al mismo tiempo. Su rumbo es poco claro (o caótico), y en su impericia por torcer el camino de lo predecible, fuerza engranajes de manera poco orgánica.
Un film olvidable con aires a formato televisivo.