Al que en el espacio madruga, ni Dios lo ayuda.
El director noruego Morten Tyldum (El Código Enigma, 2014) estuvo por hacer una de las grandes películas espaciales que siempre se destacan cada tanto. Pero resulta que ahora está en Hollywood, y ahí no te dejan tan fácilmente hacer tu obra maestra.
En Pasajeros la empresa Homestead vende viajes a planetas lejanos y más agradables que la tierra, ya saturada en el futuro. El problema es que este viaje, en la nave Ávalon, dura unos 120 años, por lo que sus 5000 pasajeros deben permanecer en una cápsula de hibernación. Se trata de esas cabinitas que te duermen y hacen que no envejezcas, de las cuales, gracias al cine, jamás dudaremos que existan y que puedan funcionar realmente. Sucede que Chris Pratt y Jennifer Lawrence se despiertan antes de tiempo, por lo que deben saber cómo llegar al nuevo planeta en los 90 años que les resta y además averiguar la verdad de su inesperado espabile.
Entonces todo parece ir muy bien, la nave Ávalon es un atractivo lugar para la acción y a la vez un personaje estupendo. Los momentos cómicos de Chris Pratt, mientras se deprime, se emborracha y hace de todo para matar el tiempo, dejan en ridículo al aburrido Matt Damon de Misión Rescate. Jennifer Lawrence siempre hipnotiza con su presencia, y así también hipnotizará al personaje de Chris Pratt. Pero además su trabajo es muy bueno, ya que no se trata de una película liviana, sino que, como toda buena ciencia ficción, trae consigo grandes misterios y cuestionamientos complejos sobre la vida, el destino y el tiempo. Por eso existirán momentos de gran tristeza, decisiones horribles y secretos dolorosos. Un personaje también muy importante es el mozo androide del bar de la nave. Su condición de eterno y su relación con el solitario Chris Pratt hacen recordar a El Resplandor de Kubrick. Eso enrarece más el tono de la película, a su favor. Pero este personaje va a ir desapareciendo hacia el final y no se lo necesitará para narrar la historia, como si se desperdiciara.
¡Y, sorpresa! En las últimas escenas Pasajeros se convierte en la más melosa, tonta y sobreacaramelada historia de amor. Los personajes se desdicen automáticamente de sus pensamientos como ensartados azarosamente por Cupido. A Jennifer Lawrence le empieza a costar estar a la altura de los caprichos del guionista. Ese interesante misterio, ese clima enrarecido, se transforma en superacción y romance barato. Además, Pasajeros se hace decididamente machista.
Estos personajes complicados y trastornados se merecían un final más misteriosos y perturbador. En la industria es más importante que los espectadores no terminemos con una sensación extraña en el final para alimentar el boca a boca, que jugarse por la posibilidad de hacer una obra de arte cinematográfica con un final sorprendente, escabroso y memorable.