Una comedia a la medida de De Niro
Con el paso de los años (ya tiene 72), Robert De Niro fue volcando su carrera cada vez más hacia la comedia. En esta oportunidad, de la mano de una guionista y directora con solvencia para el género como Nancy Meyers (Juego de gemelas, Lo que ellas quieren, Alguien tiene que ceder), construye uno de los personajes más entrañables y logrados de su filmografía dentro del terreno del humor.
Su Ben Whittaker es un jubilado viudo de buen pasar, pero -claro- con demasiado tiempo libre en Brooklyn. Tras llenarse de viajes y hobbies descubre que una floreciente compañía de venta de indumentaria por Internet está por lanzar un programa de responsabilidad social que incluye la contratación de adultos mayores como pasantes.
Pese a que ha sido durante más de cuatro décadas un eficaz ejecutivo de una empresa especializada en publicar guías telefónicas, no tiene ningún problema en empezar de nuevo en una oficina moderna llena de jóvenes expertos en diseño y tecnología. La jefa del lugar, Jules Ostin (Anne Hathaway), es una workaholic bastante insufrible con muy pocas ganas de tener un asistente y menos uno tan veterano. Pero Ben les demostrará a ella y al resto de la compañía que su experiencia es valiosa y que su encanto anacrónico (es el único que concurre cada día con un impecable traje y maletín) lo distingue entre los 250 empleados.
La película se maneja durante su primera mitad con soltura y fluidez dentro de los cánones de ese subgénero conocido como "comedia geriátrica", pero en la segunda -cuando gana protagonismo el drama familiar de Jules- el resultado es bastante menos convincente y más convencional. Si el desenlace no está a la altura del planteo inicial, la directora de Enamorándome de mi ex y El descanso mantiene la suficiente dignidad como para que el producto sea correcto y De Niro complete un show casi unipersonal. Un pasante, claro, con mucha trayectoria y ductilidad.