Gente rica sin problemas
Ni Robert De Niro ni Anne Hathaway solos pueden reflotar un guión inexistente, narrado de manera rudimentaria y siendo todo tan predecible.
Es una película que, fácilmente, atrasa unos treinta o cuarenta años, por lo que si el público adulto al que evidentemente está destinada esta comedia con salpicones de drama sienten cierto déjà vu… Es lógico.
No tan lógico resulta que Anne Hathaway juegue o acepte jugar a la contracara de lo que fue su personaje en El diablo viste a la moda (2006), que fue el título que la lanzó a la consideración internacional, al lado de un monstruo como Meryl Streep. Ahora comparte cartel con otro, como Robert De Niro, pero el personaje que tiene el peso es el de ella.
La actriz de Los Miserables es Jules, joven que en pocos meses creó una tienda de venta online de ropa, y que ante el éxito obtenido y el crecimiento de la tienda, se encuentra casi al mismo tiempo con dos disyuntivas. Una, los inversores quieren que un CEO supervise su tarea. La otra surge de su mano derecha: son todos tan jóvenes, que a lo mejor no vendría mal tener una ayuda con alguien con experiencia, y es así que buscan un jubilado/a.
Así conocemos a Ben (De Niro), haciendo su curriculum vitae con un speech a cámara, bien para los tiempos que corren. Viudo, adinerado, con ganas de seguir movilizado, es aceptado y lo destinan como pasante que debe acompañar a Jules.
Hasta ahí, el argumento.
Y hasta ahí, la trama.
Y también, toda la historia.
Porque Pasante de moda sufre de falta de ideas, de desarrollo de las mismas y de historia en sí misma. Todo se desenvuelve en ámbitos casi de teléfonos blancos de la época de oro de Hollywood. Ninguno de los dos tiene problemas más que ser workaholics, porque los económicos los tienen resueltos (y si alguien necesita un departamento, ahí está uno de los dos para dar una mano). Y cuando ¡ops!, surge un problema -léase: algo, en algún momento, algún conflicto tiene que pasar-, todo se resolverá más pronto que tarde.
De no ser por los quilates de ambos intérpretes, Pasante de moda se pasaría de largo. Está contada de manera rudimentaria, lineal, sin picos de tensión, todo es predecible y chato. Pero hay momentos en los que uno recuerda por qué De Niro llegó a ser lo que fue -y con todo, este filme es de lo mejorcito que vino haciendo últimamente- y Hathaway trata de ser más espontánea de lo que su papel no es, para ver si logra sobresalir de lo encorsetado que está.
A favor: no es común ver la amistad entre un hombre y una mujer, que no esté reñido en lo sexual o que tengan lazos familiares. Pero ¿alcanza?
Comedia en la que todos los personajes son, en el fondo, más buenos que Lassie, Pasante de moda desperdicia al menos dos talentos, 121 minutos al público y demuestra que Nancy Meyers (Lo que ellas quieren) perdió la energía y se volvió cursi.