Un film que intenta hacer reír con bastante mal gusto y pocos aciertos
Por más que les pese a sus detractores -casi tanto como alegra a sus seguidores-, los hermanos Peter y Bobby Farrelly tienen un lugar ganado en la comedia de Hollywood de las últimas dos décadas. Conocidos como los reyes del humor de inodoro, los hermanos también son cultores de historias donde la ternura de los personajes protagónicos es inseparable de su condición de perdedores y descastados. Así sucedía en Loco por Mary, Irene y yo... y mi otro yo y Amor ciego, entre otras. Mirando films como Virgen a los cuarenta de Judd Apatow o ¿Qué pasó ayer? de Todd Phillips es evidente la influencia de los Farrelly en la comedia norteamericana contemporánea, tan interesada en mostrar a hombres en estado de perenne adolescencia. Claro que del perfecto equilibrio entre la inocencia y el cinismo de los siameses de Inseparablemente juntos al dúo amigos en el centro de Pase libre mucha agua -cloacal- pasó bajo el puente de los Farrelly. Sólo como un homenaje malogrado a su propio estilo puede explicarse esta comedia que utiliza la rutina de dos matrimonios de años para poner a los amigos Rick (Owen Wilson) y Fred (Jason Sudeikis) frente a lo que parece el arreglo de sus vidas.
Hartas de mirarlos mirar a otras mujeres con el deseo que ya no parecen sentir por ellas, sus esposas Maggie (Jenna Fischer) y Grace (Christina Applegate) les ofrecen una semana de libertad en la que los hombres podrán hacer lo que quieran sin cuestionamientos ni consecuencias. Como es de prever, lo que comienza con la realización de una fantasía evoluciona -involuciona, en realidad- en una seguidilla de planes fracasados y egos magullados. Situaciones sin demasiada gracia, pero con muchas chanchadas que casi consiguen reducir al mínimo el enorme carisma de Wilson y Sudeikis.
De hecho, tal vez los momentos más incómodos de una película repleta de chistes escatológicos sean los que muestran al siempre cool Wilson como un viejo verde babeándose por una chica a la que dobla en edad. Entre los integrantes del grupo de amigos que observan fascinados la supuesta libertad de Rick y Fred se destaca Stephen Merchant, el socio creativo de Ricky Gervais en The Office y Extras , que aporta algo de frescura a un guión bastante rancio.
Que las esposas del par de tarambanas sean tanto mejores -más lindas e interesantes- que las mujeres que terminan rodeándolos funciona como una moraleja que ni las más blancas comedias de Hollywood se atreven a transitar.