Los Chicos solo Quieren Divertirse
Los Farrelly han regresado. Esta noticia no siempre resulta agradable, tengo que admitir. Lo cierto es que el humor de los hermanos, directores de Tonto y Retonto, e Irene, Yo y mi Otro Yo no es demasiado de mi gusto. Admito, que algunos gags tienen su ingenio, pero el nivel de estupidez de sus personajes a veces, puede llegar a exasperar. Por otro lado, sigo pensando que la película más odiada por los críticos, pero al mismo tiempo, más exitosa de su carrera, Loco por Mary, sigue siendo, mi película preferida de ellos. Llámenlo empatía o puro regodeo, pero aún hoy es la única película de su factoría que la vuelvo a ver y me sigo riendo.
El universo Farrelly está compuesto por un abanico de personajes idiotas, inúties, imbéciles que ciertamente, parecen ser un reflejo del estadounidense promedio, de clase media, soñador. Los Farrelly, a diferencia de los Coen, no se creen intelectuales y ridiculizan a sus monstruitos de las formas más desagradables, escatológicas posibles. El mensaje subliminal es que todos los hombres somos bestias, dominados por impulsos, calentura y bajos instintos. Al contrario, los Farrelly elevan la inteligencia y suspicacia de las mujeres, mostrándolas menos superficiales que los hombres, aunque también, resulta irónico, buscan para tales personajes, actrices rubias de ojos claros, prototipos de “belleza”, fetiches hitchcoianos.
En defensa de los Farrelly, tengo que decir que son autores natos de comedia. El tema de las apariencias, de no juzgar a las personas por discapacidades (mentales o físicas), diferencias raciales, belleza externa es de lo que se nutre su filmografía. Que ahora, estos temas “importantes” estén desarrollados o disfrazados en guiones pobremente escritos, previsibles, con gags no siempre efectivos, obvios, moralistas y con mensaje conservador (al menos, en lo que respecta al estigma familiar) es otra cosa. Ni hablar de lo convencional y poco imaginativas que son visualmente sus obras.
Pero la estética y el arte no son prioridades de Bobby y Peter. Ni se molestan en aclararlo. Ellos son observadores de la sociedad media californiana, y sobre esa mirada construyen sus personajes. Su principal atributo por otro lado es el buen ojo que tiene para los castings: ambos fueron los que realmente convirtieron en “estrellas cómicas” a Jim Carrey y Ben Stiller, elevaron de categoría a Cameron Diaz, demostraron que Richard Jenkins es uno de los actores secundones más volátiles que existen, confiaron que Matt Damon y Gregg Kinnear pueden ser hermanos siameses burlándose de ellos mismos, y que una actriz prestigiosa como Gwyneth Paltrow podría ser pareja de Jack Black. No hay protagonista de comedia de los Farrelly que no funcione. Y eso es un hecho.
Pase Libre, regresa a los hermanos al terreno de la comedia tonta y escatológica más pura. Tras las decepcionantes La Mujer de mis Pesadillas y Amor en Juego, esta vez nos devuelven a protagonistas obsesionados con el sexo, pero aprisionados… por sus esposas. Rick y Fred (Wilson y Sudekis) son dos maridos fieles, supuestamente, felices con sus respectivos matrimonios. El problema es que ambos no dejan de fijarse en mujeres atractivas de la calle, fantaseando con ellas y al mismo tiempo, lamentando estar casados. Maggie y Grace (Fischer y gran regreso de Christina Applegate) sus esposas, no los aguantan, y seguidas por el consejo de una amiga veterana, les dan un pase libre del matrimonio. O sea, por una semana, ellas se van de viaje, y les dejan a sus maridos la oportunidad de que las “engañen”… con su permiso. Esto es festejado no solamente por ellos, sino también por sus amigos. Durante esa semana, ambos se darán cuenta que ya no están tan en forma para “levantar” mujeres como pensaban.
Apelando a chistes fáciles, los Farrelly empiezan a construir su maquinaria humorística. Drogas alucinaciones, masturbación, materia fecal; nada de esto puede estar ausente de una comedia Farrelly, y es en estos aspectos en los que la película logra sus momentos más efectivos.
El ingenio que no está puesto en la estructura, sino en la creación de algunos gags y de los personajes. El punto más elevado lo pone la aparición de Cockley, un mujeriego cincuentón, experto en levantes, que en la piel del gran Richard Jenkins (Visita Inesperada) termina siendo un personaje inolvidable.
El mayor problema de Pase Libre, acaso es su mensaje conservador. Los Farrelly se contradicen con lo que en primer lugar pretendían criticar: una pareja no funciona sin que haya un poco de libertad a la hora de fantasear con otros cuerpos. Ciertas cursilerías y explicaciones innecesarias del final, terminan arruinando incluso algunos muy buenos gags.
Como dije anteriormente, los directores siguen teniendo buen ojo para el casting: Owen Wilson está en su salsa, tiene la libertad para llevar su personaje patético al extremo del burdo. Por otro lado, Jason Sudekis (reconocido por Saturday Night Live) logra gran química con Wilson, teniendo a su cargo los mejores gags. Después hay varios aciertos secundarios (la australiana Nicky Whelan cumple correctamente su rol de “chica sexy”) y Fischer y Applegate son muy convincentes como las mujeres de los protagonistas, que al final no son tan inocentes como aparentan.
Pase Libre dificilmente sea la mejor película, pero tampoco es la peor de los Farrelly. Tiene momentos genuinamente divertidos que remiten (salvando las obvias distancias) a los Marx, Los Tres Chiflados (el gran proyecto de sus vidas), Billy Wilder o Abbot & Costello.
Recomiendo ir a la sala sin demasiadas pretenciones, fijarse en la forma indiscriminada, injustificada y obvia de mostrar o hacer mensión a las compañías multinaciones más famosas de los Estados Unidos, y por supuesto… asistir con un amigo.
Definitivamente no es una buena elección para ver en pareja. Aunque puede dar buenas ideas para mejorar las relaciones.