Intercambios inquietantes
Sophie (Felicity Jones) es una estudiante inglesa que, por un programa de intercambio, llega por seis meses a la casona de una familia ubicada en los suburbios acomodados de Nueva York. Allí se encontrará con Keith, el jefe de familia (Guy Pearce), un músico frustrado al que no le queda otro que ser docente; su esposa Megan (Amy Ryan), que se dedica a pequeñas artesanías y su hija adolescente Lauren (Mackenzie Davis), alumna en el secundario donde enseña Keith. Y la recién llegada terminará con la dulce y sospechosa paz de este hogar que en la superficie vende confort y calma y por adentro está amenazado por el desgano y la rutina. Será Sophie la que obligará a todos a jugar a fondo sus roles: atractiva y manipuladora, dejará ver el costado ingrato de la desplazada Lauren, la abulia matrimonial de los dueños de casa, los proyectos titubeantes del docente que sueña con ser músico de orquesta. Y de a poco la visitante irá ganando protagonismo hasta transformarse en un huésped inquietante que dejará al descubierto los costados más reveladores de cada uno. La escena clave se juega en la escuela: la recién llegada es invitada al piano y la estudiante, que histeriquea con medio mundo, ejecuta de manera arrolladora un tema que dejara al profesor cautivado. Su música, tan fogosa y tan distinta a la gastada melodía de su casa, le advertirá a Keith que su vida amorosa desafina y que no sólo su vida docente anda buscando aires nuevos. Allí el melodrama se insinúa como thriller, aparece el suspenso, las revelaciones y la verdad salen del placard. Pero cuando t odo promete, el filme se queda. Adopta algunas resoluciones argumentales muy forzadas (la casualidad decide todo), juega demasiado con el montaje paralelo (el accidente , la escapada, la revelación) y gasta un aparente tono de gravedad, pero al menos hay que agradecer que la realización es cuidada y discreta, que sus personajes suenan creíbles, que el clima de melodrama romántico se mantiene y que al comienzo apela a buenos detalles para pintar las rajaduras de un hogar que, como tantos otros, aparece sonriente y dichoso sólo en las fotos. El filme no dice mucho, pero en días con tantas explosiones, cualquier título que luzca intimista, pausado y natural, es como un premio.