El joven director Drake Doremus (31 años) en “Pasión inocente” retoma un tema que ya había esbozado en filmes anteriores: “Like Crazy” (“Como locos”-2011), “Douchebag” (2010), “Spooner” (2009), “Moonpie” (2006), el desplome de los afectos.
Es evidente que su preocupación es la temática sobre las inestables relaciones de parejas y lo desarrolla a través del humor y pinceladas un tanto ácidas de esa realidad, que cosecha fracasos afectivos y matrimoniales cotidianamente.
Las distintas cinematográficas a nivel mundial han mantenido ese tema dentro de los parámetros de su filmografía, y lo han mostrado de acuerdo a su cultura, “Viaggio in Italia” (1954), de Roberto Rosellini, “El sabor del té verde con arroz” (1952), de Yasujiro Ozu, “Madame de...” (1953), de Max Ophüls, “Breve Encuentro” (1945), de David Lean, “Una mujer en la playa” (1947), Jean Renoir, “Las mejores intenciones” (1992), de Bille August, “American Beauty” (1999), Sam Mendes, “Lugares comunes” (2002), de Adolfo Aristarain, y un extenso etcétera., porque era evidente que la realidad social así lo exigía.
“Pasión inocente” muestra la crisis de la mediana edad y el deterioro de una pareja que lleva una vida mediocre y rutinaria. El grupo familiar está compuesto por: Keith (Guy Pearce) violonchelista, profesor de música de secundaria, que aspira a ocupar una vacante en la orquesta sinfónica, Megan (Amy Ryan) un ama de casa cuyo hobby es juntar latas de galletas, y su hija Lauren (Mackenzie David), una típica adolescente insegura, que busca en una superficial sobreactuación esconder sus falencias. Este grupo familiar, en principio, parece conformar una típica familia modelo.
La llegada de Sophie (Felicity Jones), hermosa y serena estudiante de intercambio de 18 años de edad, prodigio del piano de Inglaterra, que permanecerá con ellos durante un semestre, alterará la serenidad del hogar.
La película ofrece poca información sobre el pasado de Sophie, y de su partida, los mantiene en el misterio. En realidad es un elemento para señalar como la llegada de una intrusa glamorosa puede desestabilizar la precaria paz de la familia y agitar los anhelos más profundos de un hombre cuando se da cuenta de su vacío existencial, en donde la comunicación con su hija no existe, perdió todo interés por su esposa y no disfruta de su trabajo.
En una sociedad enferma de incomunicación, en la cual la gente se comunica por internet cualquier atisbo de humanidad profundiza esa grieta de soledad que produce la insatisfacción, el drama de Keith es el de un hombre con una imperiosa necesidad de volver a respirar el aire de la juventud. En definitiva es el drama de una gran parte de hombres y mujeres que sienten, como dice el poema de Rubén Darío en “Canción de otoño en primavera”: “Juventud divino tesoro/ te vas para no volver…”
“Pasión inocente” no inspira al espectador mucha emoción, sino que permite una mirada serena sobre el conflicto, porque Doremus eludió con éxito todos los tópicos maniqueos y básicos del drama de la infidelidad, y creó una película extrañamente delicada, tensa, poética, en la cual las escenas de sexo salvaje y besos voraces fueron excluidas, en la cual los personajes se conectan mediante miradas fugaces, pasiones compartidas, y deseos mutuos de liberarse de sus propias cadenas. Es un filme en el cual prima la conexión íntima que es sensual y no la física. No cae en el melodrama y hay muy poco diálogo. La mayor parte del film se apoya en un subtexto de pequeños detalles (cuando se rompe el tarro, un piano cerrado, un bolso y perchas vacías).
El título que se pensó para el público de habla española, “Pasión inocente”, no es el más acertado, primero porque ninguna pasión de un hombre de mediana edad por una jovencita de la edad de su hija es naïve, y segundo por su título original “Breathe in” (“Respiro en”” define mucho más la idea del realizador en centrarse en la pesada respiración del adulterio y sus consecuencias, y la fresca respiración de la juventud cargada de miradas anhelantes.
“Pasión inocente” es una película muy sutil que apunta al drama de la soledad y como señalara Jean Renoir: "la soledad es un tema rico, porque no existe. El vacío que produce está lleno de fantasmas, los fantasmas de nuestro pasado. Son muy poderosos, lo suficiente para modelar el presente a su imagen."