Esta bella familia suburbana compuesta por Keith (Guy Pearce), Megan (Amy Ryan aka la doble de Inés Estévez yanki) y Loren Reynolds (Mackenzie Davies) una nena rubia muy candidata a America’s Next Top Model, dista de ser perfecta como el retrato familiar que envían a sus conocidos cada año. Keith es un músico que devino en profesor de colegio secundario para poder bancar a su familia. Él no es feliz con su profesión y tampoco es muy fan de vivir en los suburbios, no tiene ningún problema en dejar su super casa de campo para ir a un departamentito en la Big Apple; sobre todo ahora que se le presenta la oportunidad de audicionar para la filarmónica de Nueva York. Pero la verdad, a su mujer esto no le entusiasma mucho. Ella está contenta coleccionando jarrones de galletitas en su bella casita bucólica y llevando a todos de acá para allá con el jeep familiar. Igualmente, aunque el resto de las familias a su alrededor se divorcian, esta familia se mantiene junta.
Pasion_Inocente_EntradaPero todo tiembla cuando los Reynolds le abren las puertas de su casa a una estudiante de intercambio británica llamada Sophie (Felicity Jones). Sophie es una potra y además es un crack. Tiene un acentito inglés, una sonrisa de labios carnosos y paletas enormes, la rompe tocando el piano y es como super madura para su edad. Sophie viene como medio escapándose de algo y si bien es alta concertista, ella piensa que no hay que hacer nada en la vida porque sí, porque uno puede, sino que hay que elegirlo. Cuestión que en algún punto Keith y Sophie se encuentran admirando cosas el uno del otro y se enamoran.
A mí, personalmente, me da un poco de fiaca el drama de cuarentón frustrado que quiere rehacer su vida con una nena de apenas 18. El personaje de Pearce es bastante poco hombre, en vez de ponerle huevo al matrimonio y tratar de enfrentarse a su mujer (que medio lo hace, pero no le pone mucha onda), el tipo se engancha con una pendejita que tiene la edad de su hija y encima pretende que ésta “se lo robe y se lo lleve” (“I want you to steal me away”), como le dice a Sophie en un momento íntimo junto a un lago.
Como película de “mid life crisis”, Pasión Inocente tiene poca cosa para aportar.
Como película de “mid life crisis” o de “adulto se enamora de pendeja” me parece que tiene poca cosa para aportar. Y no es que quiera quitarle mérito a su director, Drake Doremus, quien encuentra una forma muy sutil y agraciada de contarnos esta historia; la austeridad de los diálogos, actuaciones meritorias, los paisajes, la iluminación tenue y paleta de colores pálidos que ayudan a construir este sensación de opresión, el soundtrack que es emotivo pero nunca empalagoso, un bello ritmo de montaje hacen de Pasión Inocente (Breathe In) una película dentro del todo disfrutable. Hasta me pude bancar el uso forzado de la cámara en mano durante toda la película que atenta contra el tono realista del filme. Hubiera agradecido mucho que Doremus no nos subestimara como espectadores y que hubiera cortado algunas escenas donde se explicita de que va la cosa, como el diálogo entre el personaje de Kyle MacLachlan y el de Guy Pearce: no necesitamos que alguien nos diga exactamente lo que ya sabemos que está pasando.
Pasión Inocente es una película olvidable, poco memorable, pero no es rotundamente mala. Es una película tibia. Por momentos hubiera querido llamar a Lester Burnham (el personaje de Kevin Spacey en Belleza Americana) y que le de unas lecciones de testosterona a Keith. Al filme le falta un toque de pasión, fuego (y no hablo sólo del romance sino en líneas generales) y termina de ser aplastado por un climax flojo y un desenlace predecible. Es un gran NI.