Un padre de familia ve flaquear su estabilidad emocional con la llegada de una guapísima estudiante de intercambio quien pronto se ocupará de sumergirse en el centro más íntimo de las relaciones familiares.
A través de la lente de Drake Doremus, Breathe in propone momentos de gran belleza fotográfica y delicadeza estética que le dan al filme pinceladas de originalidad ante la tan repetida temática del amor entre el veterano y la joven lolita.
En la piel de un hastiado profesor de música Guy Pearce despliega un rol en el que se lo puede observar menos comprometido que en papeles anteriores; tal vez con el afán de no caer en cliches, supuso que abandonando casi el cien por ciento de la dramaturgia a su rostro iba a poder despegarse de la tan temida repetición.
Lo que se repite sin tregua es su rutina y es eso justamente lo que lo deja sin aliento, sin exagerar, Sophie (Felicity Jones) fue a Keith Reynolds (Guy Pearce) lo que un oasis es a un caminante en el desierto. Y cómo tal, sólo se trató de un falso espejismo.
Inmersos en el universo de las miradas y el deseo sexual contenido se activa la perversión de un espectador que nunca tendrá lo que espera, al menos no en las dosis que corresponderían a un resultado coherente luego de tanta histeria prefabricada.
Apurando el desenlace con escenas tantas veces vistas, se quiebra la ilusión cinematográfica y regresamos abatidos a nuestra butaca desde la cual asistimos a una resolución previsible.
Por Paula Caffaro
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