No fue fácil para Pablo Reyero -director de La cruz del sur, exhibida en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes en 2003- llevar a cabo este documental que pone el foco en los descendientes de Juan Calfucurá, el principal cacique de la comunidad mapuche asentada al este de la Cordillera de Los Andes, un líder espiritual y político que tuvo la visión de organizar una confederación de tribus para oponerse a la Campaña del Desierto. Rodado a lo largo de tres viajes en los que tuvo que filmar sin luz, agua ni teléfonos celulares y acampar en un lugar inhóspito, el film está sostenido por la narrativa de los protagonistas y prescinde de recursos habituales en el género, como la voz en off y la música incidental, con la premisa evidente de que el punto de vista del realizador quede en el resultado final lo más difuminado posible.
De ese modo, la película refleja con crudeza las sacrificadas historias de vida de los descendientes de aquellos aborígenes perseguidos por las milicias encabezadas por Julio Argentino Roca que pudieron ocultarse en cuevas y sobrevivir. También da cuenta de un cúmulo de creencias completamente alejadas de la lógica urbana. Un caso testigo: las políticas comunitarias de esta tribu salinera a la que también perteneció el popular beato Ceferino Namuncurá, nieto de Calfucurá, son establecidas a través de la interpretación de los sueños.