En un cóctel donde convergen creyentes, ateos y agnósticos florece un sentimiento tan propio del ser humano como es la pasión por algo o por alguien.
A partir de esa premisa es que el director Eduardo Yedlin desarrolla una historia cuyo protagonista es Alberto Roitman, un antropólogo argentino que hace muchos años vive en Israel, y tiene la misión principal de ser el curador de los manuscritos de la Biblia más antiguos que se tienen registro. Fueron encontrados en 1947 en unas cavernas y se los conocen como “Los rollos del Mar Muerto”. Tamaño hallazgo permanecen en un museo llamado Santuario del Libro.
El antropólogo oficia como conductor y guía del documental, porque vino a nuestro país y volvió a su pueblo natal, ubicado en la provincia de San Juan, junto con su hermano, para recorrer las veredas y el barrio de su infancia. Luego llega a Buenos Aires, visita el museo de Argentinos Juniors, club del que es hincha, y al que iba a ver a la cancha, para después partir a Brasil en el que da una charla y retorna a Israel donde transcurre la mayor parte del film.
Técnicamente la cámara se dedica a seguir a Roitman hacia donde vaya. Él charla con otros especialistas en la historia bíblica, como así también, personas que la religión no les atrae y prefiere volcar la pasión en el fútbol.
Podemos apreciar impactantes imágenes de Jerusalém y sus alrededores cargados de pasado, y adentrarnos en el museo donde están los famosos rollos. En innumerables ocasiones suena música judía y de otros orígenes, para animar la filmación.
Pese a volver al sitio de su niñez y al barrio porteño de su juventud, junto a la lectura de una carta escrita por su padre, al protagonista no lo invade la emoción y, al parecer, ni siquiera la nostalgia. Es así, le apasiona su trabajo, para eso se preparó, aunque su objetivo no era estar en ese lugar, y mucho menos a la edad en que fue designado. Pero vive para ello, y es un hombre reconocido en el ámbito al que pertenece.
Sino fuese por el valor simbólico de los escritos, el interés que provoca el relato decaería aún más, porque el concepto que se quiso transmitir no fue lo suficientemente claro como para juntar en una misma película a la creencia religiosa con la futbolística.