Paternóster

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

La mirada transforma el objeto observado”, reza el afiche de la película, y es dicho en un momento crucial de la película. Las impresiones de lo que observamos estarán indefectiblemente cargadas de subjetividad. Esto es lo que le sucede a Tito (Eduardo Blanco), protagonista de la ópera prima en largometraje del actor Daniel Alvaredo; observará su entorno desde una subjetividad distorsionada.
Tito hereda una casilla, útil para la pesca a orillas del río, por parte de un tío que según expresiones de alguien era un pastor que decía comunicarse con Satanás. Cuentos; al hombre, fotógrafo, le viene bien conocer su herencia para despejarse de la realidad que lo aqueja. Su mujer, Carmen (Adriana Salonia), va por el tercer embarazo y parece que sufrió una nueva pérdida.
Desde que inicia el viaje, las alarmas de lo extraño se encienden, un hombre misterioso llamado Ferdás (Hector Calori) hace su aparición; y al regreso la mujer no ha perdido el embarazo.
Pero el misterio no termina ahí ¿Qué relación hay entre Carmen y Germán (Iván Balsa) el amigo de la pareja?
El guión de Osvaldo Canis (debutante en la ficción, pero con el antecedente del más que interesante documental “El triángulo rosa y la cura nazi para la homosexualidad”) transita los caminos de la obsesión. Tito lucha contra sí mismo, quiere convencerse que su esposa le es fiel y que por fin podrá concretar el feliz el sueño de un hijo; pero la distorsión de su mirada se empeña en mostrarle otra cosa. Las señales están aquí y allá, y Tito las ve pero no puede comprender que no todo es como lo que le hacen ver.
Con algún tono que nos hará recordar a la reciente Pájaros Negros, pero sin las desgastantes exageraciones de aquella; Paternoster se imprime en una tradición en la cual un film de género puede también tener una impronta cotidiana, cuasi naturalista.
Desde la construcción de diálogos y la elección de los actores (todas caras muy reconocibles de la TV) se intuye la idea de buscar una identificación con los sucesos por más que exista el necesario elemento esotérico. Tito es un hombre común, con problemas que nos pueden suceder a cualquiera; lo mismo para Carmen; parecieran personajes salidos de algunas ficciones televisivas que buscan concientizar sobre alguna denuncia.
Esto, que escrito pareciera una desventaja, en la pantalla es un acierto, porque permite que el espectador se compenetre y siga todo lo sucedido con la suficiente atención. Si la puesta en escena es más bien austera, con el naturalismo impuesto, se logra que no sea necesario ir hacia la grandilocuencia.
Algunos detalles en la remarcación de la música incidental, y algunos clichés típicos de los films que se arriman desde lejos a lo fantástico; terminan siendo un detalle menor frente a una película pequeña pero de gran esmero.
Paternoster, con su tono medio, confluye una alternativa diferente, y se consolida como una más que interesante opción en el creciente mercado de nuestro cine de género. Sin sorpresas, sin sobresalto, ni hectolitros de sangre; Alveredo y Canis logran mantener cierta tensión y cautivar la atención sobre este pobre hombre en desgracia. Las almas son puras pero corruptibles.