Apenas un borrador
Recuerdo que a mitad de mi carrera en la Licenciatura de Artes Combinadas, tuve que hacer un proyecto de investigación. El proceso no fue simple: implicó múltiples versiones, construidas a partir de un montón de presentaciones devoluciones del tutor a cargo de mi trabajo, hasta que se llegó a una versión final. Y es que era imposible que el primer borrador fuera el definitivo. Saco esto del cajón de los recuerdos porque en muchos aspectos Paternóster parece un primer borrador y no la versión definitiva de un film.
El thriller es uno de esos géneros donde puede notarse mucho la diferencia entre las intenciones y los resultados, entre lo que se imaginó previamente y lo que finalmente se ve en las imágenes. El suspenso, elemento tan esencial como ambiguo, se crea a través de climas primariamente desestabilizadores, donde el juego con el espacio y el tiempo a partir del montaje y el encuadre es fundamental. Pero también se necesita protagonistas fuertes, capaces de generar algún tipo de empatía o conexión con el espectador, que formen parte de historias inmersivas, donde las incógnitas, dilemas y obstáculos formen un entramado sólido. Son estructuras donde cada eslabón es relevante y en el que una falla, por mínima que sea, puede hacer que todo se derrumbe como un castillo de naipes.
Algo de eso sucede en Paternóster, donde todo empieza a caerse casi desde el comienzo. Hay muchas fallas, la mayoría pequeñas -elecciones de encuadres, tiempos de ciertas escenas, tonos en las actuaciones, incidencia de la banda sonora-, pero que se van acumulando y llevan a la previsibilidad y aburrimiento. De ahí que la historia, centrada en un fotógrafo (Eduardo Blanco), obsesionado con el embarazo de su mujer y lidiando con las consecuencias de una misteriosa herencia que no viene tan gratis como parece, jamás encuentra el ritmo requerido, generando un improductivo distanciamiento en el espectador.
En Paternóster hay apuntes interesantes sobre el poder de lo simbólico, la entrada de lo sobrenatural -y diabólico- en lo rutinario y la perspectiva controladora que se construye desde la masculinidad. Pero son meros apuntes de un borrador, que cuando arriba a su solución, está lejos de impactar con sus giros. La película definitiva no está, brilla por su ausencia, con lo que lo sanguinario a lo sumo termina siendo sanguinolento. Lo único que queda es un film muy lejos de sus propias ambiciones.