La poesía colectiva
Si a Jim Jarmusch le hubieran preguntado qué tipo de pez hubiera deseado ser, seguramente la respuesta sería un salmón. Ese que va contra la corriente, aunque el cardumen apunte hacia la dirección contraria. Y en la era digital, en la tiranía del emoticón, el valor de la palabra y de la interacción verbal con otro parece un recuerdo de algún tiempo lejano, donde la gente no necesitaba mirar pantallas de celulares o de tabletas para matar los minutos; para no dejar que el silencio se metiera por ese resquicio del ocio entre la rutina de lo cotidiano y el instante en que el hombre y el tiempo se funden en el aquí y ahora.
Paterson es el nuevo opus del director, es el nombre del protagonista de esta película y además es una pequeña ciudad de Nueva Jersey. Allí por ejemplo nació Lou Costello, el partenaire y comediante del dúo Abbot y Costello, emblemas de un cine inocente que ya no existe como ese que pasan los sábados en el cine de la localidad de Paterson y al que pocos eligen para ver películas en blanco y negro. Los colores de la ciudad son siempre los mismos, los lugares también pero lo que cambia es la mirada cuando se la deja atravesar por la poesía y por la búsqueda de lo novedoso entre lo ordinario.
Ese es el universo que atraviesa al protagonista, un chofer de colectivos que huye del celular y de todo lo digital para entregarse en sus tiempos de ocio a la escritura manuscrita de su propia poesía. Dejar que el trazo imperfecto de la tinta al tomar contacto con la textura rugosa de la hoja encuentre en el silencio del vacío el espacio para transitar, al igual que el micro manejado con rigurosidad y parsimonia, y que encuentra a diario fragmentos de historias de sus pasajeros.
En Paterson se habla, uno mira a los ojos de su interlocutor que escucha y entonces el relato fluye, se ramifica como las corrientes del río que lo atraviesan. Para que la historia crezca no alcanza con alguien que la narre, sino que es imprescindible otro que la escuche en una galaxia cada vez más incomunicada.
El realizador no apela a la estigmatización o demonización de la era digital, no hace de su oda al hombre analógico un manifiesto político, sino simplemente rescata a esos salmones anónimos que van contra la corriente. Son los poetas como Paterson aquellos que todavía avanzan en la quietud de esta road movie quieta que también encuentra historias y personajes en su mínimo recorrido por un espacio cinematográfico que se ensancha simplemente porque hay una cámara atenta que así lo desea.
Bienvenida la apuesta de la plataforma Amazon al cine de autor para generarle algún dolor de cabeza a la estandarización del gusto Netflix y la chatura de contenido general. Gracias Jim Jarmusch por tanto y con tan poco.