Sueño eterno y telekinesis
Remake del film australiano homónimo que dirigió Richard Franklin en 1978 aprovechando la fiebre de películas como Carrie y La Furia. La nueva Patrick comienza con un clima intrigante y de misterio de la mano del realizador Mark Hartley, quien ambienta la acción en una remota clínica privada que alberga a pacientes en coma.
Allí se encuentra Patrick (Jackson Gallagher), un muchacho que permanece en ese estado (ya se sabrá por qué!), sometido a los experimentos del neurólogo Roger (Charles Dance, de Games of Thrones) y bajo la estricta mirada de su hija Matron (Rachel Griffiths). Sin embargo, la nueva enfermera Kathy (Sharni Vinson, la acriz de Cacería Macabra) establece un vínculo particular con Patrick, quien se comunica a través de sus poderes psíquicos, y se desata el caos.
Patrick se nutre de la atmósfera gótica de los clásicos del género y se notan las influencias de directores como Brian De Palma y Darío Argento en lo que hace a los macabros planos detalle o la atmósfera que comienza a respirarse en el lugar. Pero con el correr de los minutos todo se torna poco eficaz, previsible y hasta las muertes lucen antiguas. Los acordes musicales del experimentado Pino Donaggio -colaborador de De Palma- sólo sirven para potenciar los climax en determinadas escenas.
Con los ojos abiertos y el cuerpo inmóvil, Patrick escupe, mueve objetos, ataca a los personajes que se acercan a Kathy, habla a través de una computadora (en la orginal lo hacía con una máquna de escribir) y hasta se excita ante los estímulos de la joven que lo limpia y cuida.
Los flashbacks reiterativos no hacen más que tratar de explicar lo que ya se entiende y los buenos deberes del cineasta caen al precipicio en la última media hora de esta revisión de un exitoso material. Telekinesis, crímenes, reflejos fantasmales y el poder de la mente en primer plano.