Paul

Crítica de Diego Martínez Pisacco - CineFreaks

¿Y Monguito dónde está?

Para el fanático de la ciencia ficción, las historietas, los videojuegos, la televisión y el cine existe un Paraíso terrenal llamado Comic-Con que se celebra anualmente en la ciudad de San Francisco, en la costa oeste de los EE.UU. En esta convención que convoca a miles de personas –entre freakies, nerds y geeks de todo tipo- hay dos muchachos que se mimetizan con la masa pese a su indumentaria convencional (muchos se disfrazan de sus personajes favoritos): son los inmaduros e inocentones británicos Graeme y Clive que han roto el chanchito para cruzar el Atlántico con tal de cumplir un sueño en común. Y ahí están los chicos; sólo que en verdad ya no son chicos sino señores que pisan los cuarenta años y pese a ello persisten en la pavada total hablando en klingon (el idioma creado para la serie Star Trek), comprando merchandising a precios exorbitantes y demostrando que a las mujeres las conocen, sí, pero sólo gracias a las revistas de desnudos. ¿Se puede afirmar, entonces, que se trata del nunca bien ponderado estereotipo del loser especializado? Sí, se puede; es eso, me temo que es eso. Con el encanto de Simon Pegg (Graeme) y Nick Frost (Clive) -la dupla de amigos actores que trabajara en Muertos de risa y Arma letal- como estandarte aunque no creo que esta vez sea suficiente. No para mí, al menos…

¿Qué “novedad” nos quieren vender con Paul estos ingleses que además han escrito el guión? Sólo una, razonablemente aprovechada: la presencia del alien del título, una criaturita grisácea que habla hasta por los codos, fuma, bebe y hace chistes… ¿Cómo? ¿No es el pato Howard? Con otra fisonomía, otra personalidad, otro estilo y otros objetivos digamos que sí, que comparten algunas características. Los dos son extraterrestres, los dos quedan varados en la Tierra por un accidente, los dos son “adoptados” por humanos y los dos quieren volver a su casa. En Paul los guiños son múltiples y el bombardeo de referencias a la cultura pop está a la orden del día. Sólo falta el Monguito de Los extraterrestres (Enrique Carreras, 1983) para que cantemos bingo. El mérito, si es que existe alguno, es haber mezclado todo eso para volcarlo en la historia sin mucho cálculo previo. Como sale, así se queda. Le guste a quien le guste.

Argumentalmente no hay mucho para analizar. La trama sólo es una excusa para homenajear a una interminable lista de programas de TV, películas de los setentas, al santo patrono Steven Spielberg y un largo etc. Todo envuelto para regalo con la estructura de una road movie que le cede algo de espacio a la crítica cuando se trata de satirizar el fanatismo religioso y armamentístico de los estadounidenses. Gracias a la participación de la campirana tuerta Ruth (Kristen Wiig) y su padre Moses (John Carroll Lynch), un auténtico caso de gatillo fácil, la película -dirigida sin demasiado alarde por el correcto Greg Mottola- de cuando en cuando levanta un poco el nivel y causa su gracia. El flashback con la voz en off de Spielberg siendo asesorado por Paul previo al rodaje de E.T. El Extraterrestre no puede ser más idiota. Las obviedades que todos se imaginan están ahí y también en muchas otras escenas. Y por si alguien piensa que me equivoqué de género, que esto no es mi target o que simplemente no estaba en mi mejor día cuando la ví... bueno, tal vez esto último sea cierto. Lo demás, nada que ver…

El E.T. con la voz del inefable Seth Rogen se roba la función opacando a sus coequipers. Posiblemente sea deliberado. Simon y Nick hacen bien su parte aunque se extraña un poco la frescura de sus primeras colaboraciones. El MIB que compone Jason Bateman es de lo más flojo que yo le recuerde a este generalmente estupendo intérprete. Bill Hader, comediante fetiche de Mottola, y otros actores de reparto no logran destacarse casi nada. Por su parte Sigourney Weaver sólo aparece para que en el final un personaje secundario le sacuda un mamporro con la inolvidable frase de la Tte. Ellen Ripley en Aliens, el regreso: “Get away from her, YOU BITCH!!!”. Bastante patético. El homenaje mal insertado en la acción sólo despierta el interés del que desconoce la cita al comprender que hay algo que se le está escapando.

Si se identifican con la casta de freaks que pululan por la Comic-Con y si su sentido del humor sintoniza con esta propuesta formalmente poco inspirada quizás la experiencia les reditúe de alguna u otra forma. En lo personal esperaba mucho más. No me siento estafado pero sí decepcionado. Y créanme que lo lamento…