La soledad de la niñera
La opera prima de Eugenio Canevari es una historia de contenido social que no cae en el panfleto.
Una familia de clase media alta, sus largos días en una quinta y la pileta como centro neurálgico de la (in)actividad general. Es imposible no pensar en La ciénaga al ver Paula, pero aquí no se habla de la decadencia de la aristocracia, sino de la tensión entre clases, y hay una protagonista excluyente: la niñera de la casa, una adolescente que carga con el secreto de su embarazo.
A partir de esta circunstancia, la opera prima de Eugenio Canevari denuncia una de las tantas consecuencias de la inequidad social: si la prohibición del aborto es un problema para todas las mujeres, para las pobres es directamente una condena. Paula no quiere tener a ese bebé, pero carece del dinero para interrumpir la gestación.
A la par de esta problemática, aparecen otras: el machismo, la hipocresía, el sometimiento de las clases bajas a los deseos de las altas. Todo inscripto en el contexto del campo sojero argentino, con el conflicto de las fumigaciones de glifosato como telón de fondo.
Canevari tiene la habilidad de mostrar estas situaciones y dejar sentado su punto de vista sin caer en el panfleto. Casi todo queda dicho con más silencios que palabras, con más climas que explicaciones. Los personajes hablan con sus actos y, en muchos casos, las omisiones expresan más que las acciones. El registro es, por momentos, similar al de un documental, con la cámara fija como testigo de las distintas relaciones de poder.
Este tono, ayudado por la expresividad neutra de la protagonista, evita que la película se vuelva un drama intolerable, la salva de caer en la moraleja y la diferencia de historias parecidas. Es una pena que ese clima tan logrado no haya tenido un correlato en el desenlace, que parece haber sido elegido no por mérito propio, sino por falta de otro mejor.