Ciencia ficción que es demasiado real
La película realizada por el canadiense Denis Delestrac expone con lujo de detalles los desvelos del ejército estadounidense en pos del control del espacio exterior. Y lo hace sin ceder al hippismo exagerado, el efectismo o el tono de panfleto.
Desde sus inicios, una de las funciones del documental ha sido la pedagógica, informando al espectador de algo que no se conoce o se conoce poco o mal. Es el caso de Pax americana y la conquista militar del espacio, segunda entrega del ciclo “El documental del mes”, que estrena todos los meses una muestra del rubro. Aunque crucial, el tema abordado por el canadiense Denis Delestrac no es de los que llegan a primera plana. Se trata de la lucha por el control del espacio, que las superpotencias libran aquí y ahora. Teniendo en cuenta que un enfrentamiento armado en esa arena podría acarrear el fin de la vida sobre la Tierra, no es difícil advertir que no se trata de un tema menor. Pax americana tiene la virtud de exponerlo en todo detalle, sin confundir divulgación con banalización, información con meloneo o toma de posición con panfleto.
“Por sobre todo”, exhibe como lema el escudo de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. De esa fuerza depende el llamado Mando Espacial de los Ejércitos del Aire, que no es un nombre de ciencia ficción, sino del ente estatal que coordina y supervisa la política espacial del imperio. Uno de los logros de este documental francocanadiense consiste en hacer ver que lo que hasta ahora se suponía de ciencia ficción es parte esencial de la política contemporánea. “Me parece perfecto”, declara un halcón del ejército estadounidense, cuando le informan sobre una gigantesca marcha globalifóbica. “Mientras ellos pierden tiempo protestando contra los misiles continentales, nosotros nos ocupamos de la guerra espacial.” Siguiendo la escolástica clásica, Pax americana cede la palabra a quienes sostienen que la amenaza a la paz espacial viene de China, Corea del Norte o Irán, para demostrar luego que la verdadera amenaza reside en la militarización del espacio. Militarización cuya vanguardia representan –obviously!– los Estados Unidos.
Con testimonios de especialistas –a los que lamentablemente no se identifica mediante videograph, como si diera lo mismo lo que puedan decir Noam Chomsky, John Smith, un opinator cualquiera, un alto mando o un graduado de Harvard– y una estructura narrativa clara, prolija e informada, Pax... da voz a halcones y palomas (en ese orden, queda dicho), sin pecar de ingenuidades o hippismos. Se compara el rol que el espacio estelar tiene para las potencias actuales con el que el mar tuvo en los siglos XV o XVI, y se halla, en la estrategia por el control del high ground o terreno elevado, una continuidad que va de las guerras terrestres del pasado a las star wars de este siglo. Se cuestiona el dominio satelital global por parte de EE.UU., tanto como el carácter de “policía espacial” que ese país se arroga. Se despliegan abundantes testimonios del clásico mesianismo salvacionista con que la primera potencia mundial justifica y enmascara su política imperial. Desde el púlpito, un primado castrense da letra a un grupo de cadetes de la Fuerza Aérea, haciendo el elogio del emperador Augusto y equiparando la pax romana con lo que él mismo llama pax americana.
“Es la más grande estafa en la historia del Departamento de Defensa”, dice alguien (¿quién?, maldito videograph), en referencia a la difundida idea de que países periféricos, representantes del “terrorismo internacional”, estarían en condiciones de poner en peligro la paz mundial. No son sólo palabras lo de Pax americana: basta ver un esquema de las llamadas “varas de Dios” para que la piel se erice. Ultimo grito de la moda militar-espacial imperial, las varas son barras de tungsteno diseñadas para ser arrojadas desde satélites, cayendo sobre la Tierra con un poder de aniquilación que es de imaginar. Que cualquier espectador pueda informarse sobre la existencia de una superarma del futuro, actualmente en fase experimental, prueba, por sí solo, el valor que un buen documental de investigación puede tener.