Tras la expiación
Documental centrado en el hijo del jefe narco Pablo Escobar.
Aunque se estructure alrededor de su vida y muerte, Pecados... no es un documental sobre el narcotraficante colombiano Pablo Escobar. Es una mirada acerca de él -ambigua y por lo tanto enriquecedora- de su hijo, radicado desde los '90 en la Argentina bajo el nombre Sebastián Marroquín. Un filme sobre crímenes, poder, ambiciones desmedidas, espiral de violencia, sí. Pero también sobre culpas heredadas, dilemas e intentos de expiación; Pecados ... juega con la búsqueda de uno o varios exorcismos.
El relato del ascenso y caída del zar de la droga -admirado por vastos sectores humildes- crece, en paralelo, con el de un hombre que fue un padre cariñoso (al menos, eso transmite Marroquín). Las imágenes de asesinatos cometidos por los sicarios de Escobar se intercalan con filmaciones y grabaciones caseras que muestran al traficante en su faceta paterna. Dos caras de un personaje que parece salido una desmesurada ficción de Hollywood, pero que existió y ahora "regresa", entre tantas otras obras sobre él, en este documental que impacta y atrapa.
Su estructura es convencional. No su historia -llevada con pulso prolijo- ni sus "personajes". Pecados ..., además, interactúa con la realidad. El director argentino Nicolás Entel no sólo consiguió la participación del hijo de Escobar: también procuró un acercamiento de él con los hijos de dos víctimas trascendentes de su padre: Rodrigo Lara Bonilla y Luis Carlos Galván. Este dificultosa reunión de descendientes de victimario y víctimas -todos hombres de treinta y pico, todos huérfanos de padre, todos niños que sufrieron y odiaron y fantasearon con vengarse- le agrega tensión y expectativa presente al filme. "Usted no debe pedirnos disculpas, porque también fue una víctima: tal vez la primera", le dice un hijo de Galán a Marroquín, como un psicoanalista.
El filme abunda en asombros, tamizados por un hombre que parece cargar una mochila enorme y querer aliviarla. En este sentido, sólo en este sentido, Pecados ... se acerca más a Tarnation que a Scarface o El Padrino y genera una empatía con Marroquín, siempre ambivalente. Querer a un padre y no avalar -muchas veces, repudiar- todo lo que hizo fuera de ese rol: Shakespeare o Freud se habrían hecho un festín. Entel nos transmite, aunque sea en parte, cómo es vivir esa vida.