Cuando la astilla no quiere parecerse al palo
Pecados de mi padre, un sólido documental
La historia que cuenta este documental realizado por el director argentino Nicolás Entel tiene corazón colombiano, pero su mensaje es universal. Se trata de padres e hijos, de ausencias y orfandades provocadas por la lucha política y económica que dividió a aquel país en los tiempos de Pablo Escobar. Más allá de sus crímenes, de quienes lo consideraban un Robin Hood moderno o de aquellos que intentaron ponerle freno al narcotraficante de más alto perfil de la historia, lo cierto es que aquí la mira está puesta en su familia. Más específicamente, en las vivencias de su hijo varón, Juan Pablo. Con el nuevo nombre de Sebastián Marroquín, y desde su vida actual en la Argentina, el heredero de una historia de sangre y lágrimas protagoniza este relato fascinante. Y no sólo decide ponerse frente a cámaras, sino que, junto al director, se propone una suerte de reconciliación con su pasado tanto privada como pública. A través de una gran cantidad de material de archivo inédito y de imágenes ya conocidas pero igual de impactantes, Entel reconstruye al hombre que era Pablo Escobar desde la perspectiva de su hijo y, en menor medida, de su viuda. Claro que aquí lo que más impacta es la vida de este hombre, Sebastián, criado primero entre todos los lujos que el dinero del narcotráfico pudo comprar y que luego, con 16 años a la muerte de su padre, se transformó en un perseguido tanto de la justicia como de los carteles que buscaban reclutarlo o eliminarlo.
Padres e hijos
Lejos de quedarse en las anécdotas de su peculiar infancia, este documental se juega por una línea argumental conmovedora: intentar reunir a Sebastián con los hijos de Rodrigo Lara Bonilla y Luis Carlos Galán, dos renombrados políticos colombianos asesinados por Escobar. Con un tema tan rico desde el punto de vista tanto testimonial como emocional, el film no se atreve demasiado en términos estéticos. Prolijo pero sin salir demasiado de los recursos básicos del documental biográfico, en Pecados de mi padre nada desentona, pero tampoco nada se destaca demasiado desde una perspectiva cinematográfica. La voz en off, tal vez una de las herramientas más utilizadas en este género, utiliza constantemente la primera persona del plural, un nosotros inclusivo que termina por enfatizar escenas y situaciones que no necesitaban de esa ayuda.
Aun así, Pecados de mi padre construye un relato apasionante a partir de las revelaciones de una vida tan trágica y tumultuosa.