Amor prohibido
La segunda película de Diego Yaker (Como mariposas en la luz, 2004), desarrolla la historia de amor prohibido entre dos adolescentes que habitan en un pueblo rural del norte argentino. El problema de Pecados (2011) yace en la construcción de la tensión dramática que se diluye con el correr de los minutos.
Un atractivo e inesperado comienzo da inicio a Pecados: una mujer embarazada (Cristina Brondo, la protagonista de Penumbra) entra a una oscura capilla ensangrentada y a grito puro da a luz a dos niños justo antes de morir. Elipsis temporal y vemos a la adolescente Lourdes (Diana Gómez) reconocer su cuerpo de mujer frente al espejo. Ella tiene 16 años en un pequeño pueblo rural donde no suele haber adolescentes. Pero aparece en la despensa de su padre Bepo (Mariano Reynaga), otro chico de 16 años, que lleva mercadería artesanal que realiza su parco abuelo (Pepe Soriano). Los chicos se enamoran y tras las negativas de sus padres, se verán a escondidas.
La historia del amor prohibido adquiere otra vuelta de tuerca con Pecados, o al menos así se plantea el film en un principio. Hay una interesante representación de lo prohibido, de los pecados que dan titulo al film. Por un lado en los silencios de los habitantes del pueblo, y por el otro en el despertar sexual de los adolescentes. Los desnudos, la masturbación, y la rígida estructura educativa que les aplican los adultos a los jóvenes, le quitan la ingenuidad al costumbrismo del pueblo, planteando una dimensión oculta paralela.
Tras este gran comienzo cargado de tensión, el relato transita por los lugares comunes del romance “costumbrista”, para luego retomar el aire de tragedia esbozado en un principio. Géneros (la tragedia y el romance teenager) que no terminan de balancearse correctamente.
El costumbrismo cae en los clichés del género: acentos, gestos, silencios y frases de “almacén”; mientras que la tragedia (una especie de Romeo y Julieta del interior) carece del desarrollo dramático in crescendo que retome la tensión inicial. El misterio se resuelve rápidamente, y lo demás es la exposición de situaciones sin ningún tipo de sentido, a través de decisiones narrativas erráticas. Decisiones que parecen más una solución que una elección (la puesta de cámara, los encuadres), que acaban por dejar en evidencia personajes estereotipados, baches de la narración y un desarrollo dramático débil, que pudiese haberse disimulado con una edición más minuciosa.
Más allá de las buenas intenciones, Pecados se presenta como un film fallido que no termina de convencer, en su intento de trasladar una tragedia clásica al norte argentino.