Dos jóvenes se conocen desde hace años en un perdido pueblito salteño. Bepo va cada semana a Provisiones Don Santo, donde se ve con el padre de Lourdes, una chica común, pero con una prístina belleza que lo deslumbra en cada acercamiento. En un contexto dominado por los adultos, su amor adolescente es fresco y, a todas luces, único. Enterados de la relación, el padre de ella y el abuelo de él harán lo imposible para que los jóvenes no se encuentren. Pero, ya se sabe, no hay mejor motor para el fulgurante deseo juvenil que las causas prohibidas. A la que envuelve a los jóvenes protagonistas de Pecados , el relato añade un pasado desgarrador que los chicos desconocen, pero que el espectador puede suponer desde un primer momento.
El guión pareciera ceñirse a las condiciones que delimitó el rodaje y no necesariamente a lo escrito. O tal vez, el recorte estuvo en la mesa de edición que restó metraje y con eso solvencia al relato y densidad a sus personajes. En cualquier caso es una producción de muy bajo presupuesto y eso se nota. Pero quizás allí radique su mayor virtud y su peor defecto, dado que la poca financiación pareciera atentar contra la posibilidad de dotarle brillo a la historia aunque permita distinguir el empeño del equipo técnico en crear una atmósfera que enmascare lo mustio de un telefilm. Con un inicio que descansa en ciertos guiños al melodrama, el film va acentuando una pretendida estética de spaghetti-western merced a una fotografía sobreexpuesta -que busca ambientes comunes con el género que glorificó a Sergio Leone- pero resiente el verosímil. Igual camino toma la partitura de Rudy Gnutti, aunque con acierto al no desconectarse de la sutil historia de amor adolescente que se propone.
Si bien lo breve del relato permite que Pecados no aburra, quedan cabos sueltos. La mayor solvencia está en el reparto que, aunque con desniveles, cumple su cometido con esmero. Prevalece Pepe Soriano como un abuelo intimidante que busca guardar un secreto a cualquier precio. En tanto, la pareja adolescente de Mariano Reynaga y Diana Gómez aportan frescura y sensualidad, respectivamente. El perfil más desdibujado es el del gran actor español Carmelo Gómez, que no consigue darle relieve al padre de la joven. Es loable que el director Diego Yaker haya optado por este camino no exento de desafíos y con mayores probabilidades de fallidos. Reconocido por su sentida ópera-prima Como mariposas en la luz , la experiencia de Pecados está por debajo de los logros de aquella, aunque lo confirma con un realizador inquieto y dispuesto al riesgo creativo..