Una mirada del mundo, no una sentencia fatalista
Ganadora de la Concha de Oro en San Sebastián 2013, habla de la actualidad venezolana.
Junior es un chico rebelde. El quiere tener el pelo liso y ser cantante. Pero nada es fácil en su mundo. Marta, su mamá, es una mujer sufrida que hace malabares para sostener a su familia sola, muy sola. Y el contexto es la ciudad de Caracas, Venezuela, en los días más críticos para la salud de Hugo Chávez. Los chicos se pelan en este barrio de monoblocks para ser solidarios con el comandante, pero hay un lado b con miles de historias, historias chiquitas, como la de Pelo malo, la película de Mariana Rondón, que mira puertas adentro los problemas sociales y políticos de su país.
Ganadora de la Concha de Oro en San Sebastián 2013, utiliza el prisma infantil para denunciar la naturalización de la violencia. Polémica por su contenido político, exagerado al hartazgo debido a la polarización en el país, Pelo malo es una lectura de realidad intencionada, la exposición de una relación entre madre e hijo para mostrar su mundo sin esquivar la bajada de línea. La autora eligió mostrar un mundo violento donde Junior no puede ejercer su diferencia. Y de allí se abren miles de lecturas posibles, incluso en el disenso.
Y está llena de símbolos. A diferencia de Postales de Leningrado, autobiográfica y en la que Rondón contó la historia de las guerrillas en Venezuela (sus padres eran guerrilleros del PC en los ‘60), ésta es una lectura actual de Venezuela. La intimidad de la familia, los vecinos y los niños.
Como en todas sus películas, Rondón mira el mundo desde el prisma infantil. Pero habla de la crisis habitacional, de la homofobia, del militarismo con una posición tomada y todas las herramientas de su cine. Pelo malo es una película, no una descarga de metralla; una mirada del mundo, no una sentencia fatalista. La vida interior de un drama que merece ser debatido, y una apuesta a buscar un lugar de encuentros.