La búsqueda de la identidad
Realizado en Venezuela, en coproducción con Argentina, Perú y Alemania, es la historia de un niño de nueve años que está obsesionado con alisarse el cabello como su cantante ídolo.
Pelo malo llega a su humilde estreno en Argentina con muchos festivales sobre sus espaldas, y estreno en varios otros países del mundo. Premiada en muchas competencias, la película dirigida por Mariana Rondón fue realizada en Venezuela, en coproducción con Argentina, Perú y Alemania. Cuenta la historia de Junior, un niño de nueve años que está obsesionado con alisarse el cabello para tenerlo como un cantante al que admira. Pero esto despierta todos los fantasmas homofóbicos de su madre Marta, que teme que sea una señal de la homosexualidad del pequeño.
Ambos viven en un muy humilde monoblock en Caracas, Marta es viuda y está desempleada, además de tener que cuidar a una bebé, no sólo a Junior. Junior y su amiga sueñan, la niña con ser una Miss, y el niño con parecerse al cantante del pelo liso. Sueñan en un entorno hostil, duro, gris.
El "pelo malo" del protagonista es sólo la excusa a partir de la cual la directora arma un relato que describe una sociedad, un entorno que intenta reprimir una conducta diferente a lo que las reglas sociales indican como correctas. La pelea por ese pelo es la pelea por la libertad y la identidad.
Pero esta película, que se parece a otras docenas de películas que se hacen en Latinoamérica, repite todos los nuevos lugares comunes de lo que se supone deben hacer los países del Tercer Mundo. Una estética que se repite en tantas películas que se convierte en un lugar común, tan adocenado como el del más estándar cine comercial.
Pelo malo no carece de virtudes, pero es poco lo que cuenta, y pierde demasiado tiempo en apuntes que no ayudan a la fluidez del relato, hasta que recién al final recupera algo de fuerza y obtiene los primeros momentos de emoción.
Capítulo aparte merecería toda la polémica surgida alrededor de la película, no sólo por el tema, sino por su relación con la política de Venezuela. El protagonista no quiere parecerse a esos adolescentes de pelo rapado que, rifle en mano, representan a su patria de forma oficial. Muchas lecturas se han hecho y se harán, pero para ser justos con el film, las lecturas que se pueden hacer de la película son universales y trascienden en contexto. Sólo es de lamentar la falta de originalidad estética y un estancamiento en el relato que sólo con mucha indulgencia puede pasarse por alto. Con el furor latinoamericano que actualmente despierta 7 cajas, tal vez Pelo malo sea un éxito. Pero no podría haber dos películas más opuestas.