Venganza absurda
La segunda película de Matías Szulanski versa sobre la venganza con tintes de humor, bastante violencia y una característica que comparte con su antecesora: el absurdo.
Pendeja, payasa y gorda (2017) comienza parafraseando a Confucio: “Si buscás venganza, cavá dos tumbas” y da paso a una chica preparando el terreno para un cadáver. Así, antes del minuto de metraje, inferimos que la trama girará en torno a revanchas personales que dejarán un reguero de cuerpos en el camino.
La trama es así: la Gorda del título es Mirta Wons, una mafiosa que les encarga a la Pendeja (Ana de Vicentis) y a la Payasa (Florencia Benítez) conseguir un riñón para su hermano, un sicario que conoció mejores momentos y que no solo trabajó para su hermana sino también para Hernández (Claudia Schijman), enemiga jurada de la Gorda.
Luego de su ópera prima, Reemplazo incompleto (2016), Matías Szulanski vuelve al ruedo con una estructura que remite directamente a Tiempos violentos (Pulp Fiction, 1994) y a Fargo (1996) o El gran Lebowski (The Big Lebowski, 1998) de los hermanos Coen por lo absurdo de algunas situaciones.
Dividida en capítulos mediante intertítulos que sirven como guía, el relato partido irá tomando forma con el correr de los minutos. El nexo entre las historias que parecen individuales y que inexorablemente confluirán hacia el final en una sola es Martín, un drogón interpretado por Germán Tripel que trabaja para las dos mafiosas.
De esta manera, Matías Szulanski desarrolla una historia de venganza con una buena dosis de situaciones absurdas. El peso del relato recae en las interpretaciones de Mirta Wons y Claudia Schijman, los dos personajes cuyo momento a solas resultará lo mejor de la película.
Pendeja, payasa y gorda configura la búsqueda de una identidad por parte del director que comenzó con su experimental Reemplazo incompleto y que ahora se despacha con un film más asequible y digerible.