Mujeres de armas tomar
Por momentos “Tarantinesca” desde los diálogos, por otros cine bizarro completamente asumido, con un elenco afiatado y dúctil para la propuesta, encabezado por Mirta Wons, Florencia Benítez y Ana Devin, el segundo opus de Matías Szulanski no se pone otro límite que la propia idea de divertirse. La trama mezcla géneros, se fragmenta para ganar fluidez y desparrama violencia desde el primer minuto con un ritmo sostenido, que también abre el espacio al humor negro y a una serie de tópicos oscuros para presentar una galería de personajes también oscuros.
El resultado de este convite, cóctel explosivo de ultra violencia, ironía, cinismo y algo de homenaje a Roger Corman -entre otras referencias cinéfilas- es aceptable en términos narrativos. La fragmentación del relato, separado por capítulos, construye su propia lógica que, al percibirse el mecanismo, marca la regresión como punto de partida. Al romperse esa linealidad y cronología, los acontecimientos encastran en un rompecabezas en el que los personajes ganan personalidad, presencia y protagonismo, siempre desde el lado femenino.
No estamos frente a heroínas en un mundo machista, sino a mujeres de armas tomar, con un cambio de roles respecto al género porque aquí son los hombres los elementos decorativos o los pretextos para las acciones de estas mujeres. Tanto en el sexo como en la utilidad de los cuerpos, la ecuación de cosificación -generalmente vinculada con lo femenino- se produce a la inversa.
Es cierto que por momentos el film muestra los trucos y ya no hay sorpresa posible, aunque el desenfreno, desparpajo y ludismo en cada escena se agradece.
Como expresara su director Matías Szulanski: detras de Pendeja, payasa y gorda no hay otra intención que el espectador salga de la sala entretenido, movilizado y con ganas de ver más.