Armonía y caos de la pareja posmo
Aunque las interpretaciones sobre Pendular pueden ser muchas y variadas, algo que pendula, oscila, sigue una trayectoria de vaivén donde los límites surgen en el movimiento. Existe un origen y también hay una clausura dentro de lo pendular. En el proceso creativo puede ocurrir algo similar, ningún artista que se precie empieza a elaborar su obra con la misma intensidad con la que la termina, o en otros términos: pendula su nivel de creatividad y compromiso, a lo largo de ese proceso de elaboración. ¿Pero qué ocurre en el territorio de convivencia de una pareja? Si eso fuese uno de los disparadores de este segundo opus de Julia Murat (Hija de la realizadora Lucía Murat) la primera inquietud obedece a las energías que atraviesan ese comportamiento humano y que se relaciona estrechamente con la idea de armonía y caos.
Los tiempos y ciclos de cualquier pareja transitan por este rumbo, altibajos, conflictos, reproches, redenciones y un largo etc, que opera bajo la dialéctica de los contrastes y matices de toda relación humana. Ése es el núcleo dominante en este film “que busca a partir de la subjetividad de los personajes y la representación” plasmar los vaivenes amorosos de una pareja que no azarosamente carecen de identidad nominal.
Para el caso de ella todo se traduce en las coreografías y ensayos de danza contemporánea, donde el desplazamiento del cuerpo en el espacio es el que marca el ritmo y las oscilaciones de carácter. Para él, el ámbito de la escultura bajo la premisa de la continuidad y la discontinuidad conforma una herramienta de expresión de lo maleable y además las dudas que genera la propia obra ante un bloqueo creativo evidente.
Sin embargo, existe otro personaje de tanta importancia como los de carne y hueso a partir del espacio y la geografía interior, en la cual la cámara de Murat busca de manera constante su propio espacio, en interiores de una fábrica abandonada. La premisa además supone desde la mirada la no invasión, conflicto implícito que llega a los ojos del espectador desde el encuadre y los territorios de cada artista en principio divididos por una línea roja elaborada con cinta adhesiva. Como era de esperarse en toda relación, la transgresión y la ruptura de los límites físicos, ya sea por necesidad o aburrimiento, no tardan en aparecer y con ese elemento tampoco el caos y las mutaciones.
Si bien el film de Murat propone ideas en la no verbalización, que encuentran un buen punto de partida en lo visual, por momentos en la propuesta integral se percibe cierta letanía. Aspecto que para el ritmo del relato implica un defecto más que una virtud. El arrastre de ese letargo pone al espectador en una posición demasiado incómoda desde el punto de vista del esfuerzo que supone adentrarse en una experiencia de estas características en la que sin lugar a dudas la posición pasiva habitual queda completamente descartada.