La historia de una amistad espiritual, o un amor platónico, entre Victoria Ocampo y Rabindranath Tagore, es decir, un alto poeta envejecido y una mujer brillante en proceso de crecimiento, se alterna con la historia del antipático profesor de un reformatorio de menores, que descubre otro modo de aprender y reconciliarse con la vida. Una historia transcurre entre 1924 y 1941, la otra en el presente, y ambas se contraponen, se complementan, y exaltan sin retórica viejos y nobles sentimientos.
La parte del profesor, de colores realistas, comienza con tono áspero, desagradable, casi a la manera del "cine bruto", hasta que el hombre empieza su evolución. En cambio, la de Ocampo y Tagore se hace dulce desde la primera escena. Además está hecha en un exquisito blanco y negro, con una ambientación de simples artificios muy en el estilo de los años en que se ambienta, y hace añorar un poco el cine de aquellos tiempos. Para más nostalgia, agreguemos que ésta puede ser la última película argentina filmada en 35 mm. Los laboratorios de material fílmico van desapareciendo en todo el mundo, incluso en la India, donde se rodó una parte sustancial, justo en la escuela y la casa del poeta.
Pablo César es el autor de esta obra, inspirada en los recuerdos de Ocampo "Tagore en las Barrancas de San Isidro". Carlos Essmann, el director de fotografía que hace lucir el blanco y negro. En elogiable composición, Eleonora Wexler. Y como Tagore, Victor Banerjee, el memorable doctor Azis de "Pasaje a la India". Verdadera institución en su país, actor de Satyajit Ray ("La casa y el mundo", sobre novela de Tagore), David Lean, Polanski, Mrinal Sen y otros buenos, Banerjee, biznieto de un famoso rajáh, es también director, sostén de una escuela de ciegos, bandera de diversas causas sociales y culturales, y calificado tenor. Un gusto, contarlo también en nuestro cine.