El jefe, Frederik Hartmann, tiene una fe ciega en sus 35 trabajadores pensionistas, que en sólo cinco años han ayudado a aumentar las ventas de la compañía en un cien por cien. Estos empleados "contratados de por vida" como Mary, Marion, Paul, Tom, Ann y Rosa, todos entre los 75 y 96 años de edad, han encontrado una nueva casa, se sienten felices en su comunidad y son necesarios. Son leales, tienen un fuerte sentido de la responsabilidad y están muy motivados. Las rivalidades o las luchas de poder no tienen lugar en sus vidas. La libre elección de tiempos y horas de trabajo les deja bastante tiempo para los nietos, las citas médicas o la gimnasia. En sus entrevistas, de una manera cercana y amena, los trabajadores más mayores de la fábrica de agujas revelan su sensación de seguridad. Llenos de alegría y vitalidad, describen cuán feliz están trabajando juntos, y también hablan del sueño que todos ellos comparten: seguir subiendo las escaleras que conducen a la sala de producción tanto tiempo como sea posible. El enfoque innovador de Hartmann es que cuestiona actitudes de nuestra sociedad, que, a menudo, considera a gente de no más de 50 años como seres prácticamente incompetentes.