La larga y plena vida útil Documental que muestra la experiencia de una fábrica que contrata a trabajadores con un promedio de edad de 75 años. Pensioners Inc. se centra, de un modo sencillo, en una experiencia singular: el funcionamiento de una empresa -en la que se fabrican agujas hipodérmicas y tuberías- cuyos empleados tienen una edad promedio de 75 años. A través de una voz en off y de entrevistas, con una estructura televisiva, la película nos explica la lógica comercial y social de este emprendimiento, y sobrevuela las historias de vida de los trabajadores, sin caer en sentimentalismos. Lo más interesante son las comparaciones que los creadores del plan hacen respecto del mundo laboral común: feroz, ultracompetitivo, indolente. En este sentido, la película exhibe, tal vez involuntariamente, una paradoja. Critica al salvajismo capitalista, que aliena y expulsa del sistema a gente de más de 50 años, pero lo hace desde una lógica más productivista que humanista. Por ejemplo, explicando que los trabajadores de más de 70 años no reclaman tanto, no cambian de trabajo y centran -por cuestiones psicológicas- toda su libido en el mundo laboral. La tesis que planteada en Pensioners... es correcta: hoy, a los sesenta y pico, la edad jubilatoria, mucha gente está en la plenitud de su capacidad y necesita, por más de una causa, trabajar. Casi todos los entrevistados -muchos de ellos jubilados de empleos calificados- aseguran que si no pasaran todo el día en la empresa, con otras personas de su edad, se morirían. La fábrica de esta película, cerca de Boston, les propone no cumplir horarios rígidos, poder faltar cuando lo necesiten, no caer en un vértigo enfermizo. Los empleados les responden con tesón, felicidad y gratitud. Los empleadores explican que así aumentan sus ganancias. En este aspecto es sintomática una escalera que la empresa tiene en la entrada: “El que no pueda subirla, ya no puede trabajar”, explica Frederick Hartman, el jefe, con más humor que rigidez. Si bien menciona que parte de los excedentes son repartidos entre los fieles empleados, nunca se comparan los sueldos de estos hombres y mujeres con los que deberían ser pagados a empleados más jóvenes. La película muestra, en síntesis, una experiencia inusual y una vindicación de la tercera edad como una etapa cualquiera: productiva vital y digna.
Abuelos y obreros Tercer entrega del ciclo El documental del mes, Pensioners Inc. (2008) aborda la historia de una fábrica que se caracteriza por la contratación de jubilados y pensionados. Demasiado clásico en su factura, ameno en su escaso metraje, el film se apoya en el carisma y franqueza de sus protagonistas. Vita Needle tiene 35 operarios, un jefe y decenas de máquinas: nada por fuera de la imperiosa rutina de una empresa dedicada a la manufacturación de agujas y tuberías. La peculiaridad radica en que las edades de los empleados oscilan entre los 75 y 96 años. El director polaco Bertram Verhaag pone la cámara al servicio de la rutina de los empleados. Muestra sus pasos cansinos, su técnica parsimoniosa pero regular, el constante devenir diario al que acceden siempre y cuando puedan subir la escalera que los separa de la puerta. En ese pequeño acto en apariencia nimio el film expone sus mejores cartas. Verhaag logra en menos de una hora un fino delineamiento de cómo los límites se trastocan con el derrotero de la vida sin que eso anule la quinta escencia del ser humano. Porque ellos no van allí por el dinero, quieren la sana certeza de que aún están vigentes y en plena utilización de sus capacidades independientemente que el sistema se empecine en decirles lo contrario. Bajo la liviandad de sus charlas, las humoradas propias de la cercanía continua del trabajo, palpita una lucidez que, a diferencia del físico, no se oxida. Si todo documental es un recorte de la realidad, el polaco elige apenas una faceta del emprendimiento. Decisión no necesariamente incorrecta, pero sí poco correspondida con la idea de documentar el funcionamiento pleno de una empresa. Pensioners Inc deja la sensación que no estamos ante una entidad con fines de lucro sino a una iniciativa propia de un recreo, de un eslabón más de una cadena pensada para el bienestar psicológico de los empleados. Verhaag soslaya el elemento fundacional de cualquier empresa, no habla de dinero, de rentabilidad ni de números sino que se queda en la superficie de la felicidad y alegría de los protagonistas. Pensioners Inc muestra que no existe ley ni reglamento que disponga el pase a servicio de la utilidad y lucidez. Más allá de visión demasiado ladeada hacia la tesis, Verhaag consigue un film eficaz e interesante. Es el nieto que todos los empleados de Vita Needle quisieran tener.
Ocupación, vida plena y felicidad Pensioners, Inc. narra la historia de una fábrica en la que los jubilados son mayoría Bertram Verhaag, polaco de Sosnowic, estudió sociología y economía y antes de licenciarse en cine en Munich trabajó tres años en el departamento de desarrollo urbano de esa ciudad. Es probable que esa formación y esa experiencia hayan decidido su orientación como documentalista: lleva realizados unos noventa films para el cine y la TV, en los que examina desde muy distintos ángulos cuestiones que tienen que ver con las condiciones de vida en el mundo contemporáneo, donde tanto influyen la tecnología como los avances científicos y los intereses económicos. Pensioners Inc . apunta a la situación de los mayores, y lo hace poniendo la atención sobre una empresa que fabrica agujas hipodérmicas y tubos para laboratorios en Needham, cerca de Boston. Vita Needle (así se llama) encontró la forma de aprovechar el potencial de muchos jubilados deseosos de mantener una activa vida laboral y social y consiguió no sólo satisfacer esas necesidades, devolverlos a un mercado que los desechó como innecesarios, remediar su soledad y darles la oportunidad de aprender cosas nuevas y enseñar las muchas que saben, sino también duplicar la producción de la firma. Naturalidad En las escenas que recoge Verhaag con tanta naturalidad como para que la cámara no interfiera como una intrusa, se entiende el porqué: lo explican el jefe y los empleados -el promedio es de 74 años, pero hay desde muchachos de cuarenta y pocos a una infatigable veterana de 96-: allí no hay competencia feroz ni presiones; se trabaja con alegría, por la satisfacción de hacerlo bien y en medio de pares con los cuales se puede compartir la obligación y el diálogo. Cada uno elige días y horarios; el puesto está asegurado de por vida y el proceso de fabricación nunca se interrumpe porque está organizado en pasos breves y sucesivos, tareas cortas que varios pueden desempeñar, de modo que siempre hay quien pueda asumirlo cuando el otro no está porque tiene día libre o porque ha ido al médico o a ver a los nietos: sólo hay que contar con suficiente personal y organizarlo. Tampoco hay jerarquías. Todos son, simplemente, trabajadores: un ingeniero espacial, un profesor, una telefonista que empezó con centrales primitivas y hoy se entiende con computadoras, una obrera manual. Alguien reflexiona: "Es importante que quien gusta de trabajar pueda hacerlo". Otro acota: "Si me quedara en casa, no duraría un año. Trabajando aquí siento que me alejo de la muerte". Se los ve felices. Pensioners Inc . da testimonio de una experiencia ejemplar y no le hacen falta discursos sobre la humanización del trabajo para mostrar que algunos comportamientos erróneos de nuestra sociedad pueden modificarse con un poco de imaginación.
Una inyección de vitalidad en el trabajo Retrato de una fábrica de agujas hipodérmicas de Boston que prioriza a empleados de más de 70 años. Cuando se habla de los “viejos” se suele caer en dos tipos de comentarios contrapuestos: uno es aquel que sostiene que hay que escucharlos porque “son la voz de la experiencia”; el otro –cruel y despectivo– es que están en la última etapa del ciclo vital y, por lo tanto, “hay que desestimar sus opiniones”. Nada más alejado de esta última visión es lo que sucede en la fábrica Vita Needle CO, ubicada en la ciudad estadounidense de Needham, en las afueras de Boston. Desde hace varios años, su presidente, Fred Hartmann, decidió darles empleo a los “viejos”: su industria de agujas hipodérmicas tiene empleadas a 35 personas de la tercera edad, y el promedio de sus empleados es de 74 años. Puede asegurarse, entonces, que esta empresa no sólo tiene en cuenta lo que los “viejos” pueden decir, sino lo que son capaces de hacer, demostrando que la cercanía de la muerte no anula sus potencialidades productivas. Y el mentor de este proyecto valoriza la figura de los abuelos como personas activas que todavía pueden brindar mucho. Sobre esta fábrica posó su mirada el director polaco Bertram Verhaag (cuya carrera cinematográfica la hizo en Alemania) en el documental Pensioners Inc., tercera entrega del ciclo “El documental del mes”, organizado por la compañía española Parallel 40. Verhaag se metió con su cámara en la intimidad de Vita Needle CO y registró no sólo el proceso de trabajo de sus empleados –algunos de los cuales superan los noventa años–, sino también la consolidación del grupo humano que se creó en esa fábrica. Allí, muchos opinan que en otros sitios se sienten desplazados porque tienen que interactuar con personas de otras edades pero que, en este caso, formaron una gran familia, cuyos integrantes –ya sean patrones o compañeros– son comprensivos entre sí y brindan contención cuando alguien la necesita. Y las tareas están flexibilizadas en el buen sentido, y no con el concepto que acuñó el capitalismo en los últimos años sobre la actividad laboral. Así lo demuestra Rosa, de 96 años, quien dice: “No tenés que pasarte el día haciendo lo mismo. Si no tenés ganas, simplemente lo decís”. El registro de Verhaag da cuenta de la modalidad de funcionamiento de Vita Needle CO: no se despiden empleados ni tampoco se los obliga a jubilarse. Su cámara funciona como un testigo que permite conocer, en algunos casos, testimonios de la vida de quienes allí trabajan y, en otros, hasta el más pequeño detalle del proceso de elaboración del producto. La imagen muestra manos curtidas y arrugadas pero que siguen siendo útiles a la sociedad. El documentalista deja en claro que este tipo de fábrica es un oasis en el corazón del capitalismo: cuanto más salvaje se vuelve el sistema y a más personas expulsa del mercado de trabajo, hay alguien que puede aunar los sentimientos con la razón, algo poco usual –por no decir imposible– en la mente de los empresarios. Pensioners Inc. presenta en sociedad a un empresario que no se rige solamente por la rentabilidad económica, sino que considera que cualquier proyecto industrial y comercial debe ir acompañado de una ganancia humanitaria que muy pocos tienen en cuenta. Si bien no ofrece grandes aportes estéticos, el principal rasgo positivo de este documental –que podría verse por televisión sin que el espectador se pierda nada– es el retrato de estas personas y de este universo, casi incomprensible hoy en día. “Yo creo que trabajando aquí me alejo de la muerte”, dice uno de los empleados, dándole contenido emocional a su labor. En ese sentido, Pensioners Inc. deja planteado el siguiente interrogante: ¿es posible que se sostenga el funcionamiento a largo plazo de una estructura industrial de estas características en este sistema? Y a niveles más profundos, ¿es posible, entonces, un mundo mejor? La respuesta la da el propio documental.
El dueño de la fábrica de agujas y tuberías de una pequeña ciudad cerca de Boston logró un hallazgo. Su pequeña empresa, Vita Needle, es un ejemplo que debería imitarse en todas las industrias del mundo. Allí, el promedio de edad de los empleados es de 74 años. No importa la profesión ni la clase social. Hay doctores, ingenieros, gente que nació en castillos, una mujer de 96 años que va y viene del trabajo manejando su auto, otros más humildes que están solos en el mundo. Todos trabajan lo que pueden en una fábrica cuya labor sería rutinaria para un veinteañero pero es la tabla de salvación para quienes están en el último tramo de su vida. Los testimonios de estos entrañables ancianos, en un documental de apenas 52 minutos, destilan alegría y ganas de vivir. Un canto a la tercera edad.
Con el auge mundial de la exhibición de documentales, en noviembre de 2010 le tocó el turno a ésta realización alemana dentro del ciclo denominado El Documental del Mes que consiste, como ya se informara, en estrenar en forma simultánea una obra del género documental el primer jueves de cada mes en ciudades de España, Chile, Uruguay y la Argentina, a las que próximamente se agregarán otras de Irlanda y Portugal. La obra que se comenta es la cuarta del cineasta polaco Bertram Verhaag, quien además dirigió y escribió conjuntamente a Claus Striegel casi un centenar de otras producciones para cine y televisión con la empresa de ambos, Denkmail-Film. Nos muestra esta vez a la fábrica de agujas hipodérmicas Vita-Needle ubicada en la ciudad de Boston. Allí los empleados tienen una edad promedio de 74 años, sólo uno tiene 42 años, todos los demás superan los 60. Se ven, a lo largo de la proyección, testimonios del dueño del establecimiento, Frederik Hartmann y también de Mary, Marion, Paul, Tom, Ann y Rosa que trabajan en horarios y días que ellos determinaron cuando ingresaron a la planta laboral, y tienen la facultad de poder abandonar su puesto ante situaciones de problemas familiares, cursos o actividades extralaborales. Los entrevistados, de los cuales el menor tiene 62 años, comentan sus motivaciones para proseguir en actividad productiva cuando ya transitan “la tercera edad”,.y su jefe revela que se siente más confiado en tener empleados con edades “avanzadas”. Todo el desarrollo de esta obra tiene agilidad y luce una excelente factura técnica que pone en evidencia la solvencia profesional de Verhaag, con una trayectoria de 34 años especializándose en documentales. Puede encontrar el espectador una pequeñísima dispersión argumental, porque no puede considerarse una subtrama, en el testimonio de dos empleados que conforman un matrimonio con muchísimos años de unión y que cuentan cómo se conocieron, pero el cineasta retomó rápidamente la línea de la trama al mostrar, en ellos, el estado de felicidad de personas de avanzada edad que es el soporte de toda la narración. Una obra cinematográfica que despierta curiosidad y simpatía. En la mayoría de los países, incluidos los del “primer mundo”, los ancianos representan un problema social. Aquí se ve que en Vita-Needle fueron “los viejos” quienes encontraron la solución al aprovechar la oportunidad de reinsertarse en la actividad laboral, y reotorgarle un sentido a sus vidas al poder dejar atrás etapas de aburrimiento, de desconcierto, de vacío espiritual y hasta de escasez de recursos económicos. Quizá hubiera sido interesante que el dueño de la empresa contara de qué manera maneja la rentabilidad y cuánto paga a sus empleados, ya que manifiesta que con ellos las ventas aumentaron un 100 %. Serían nada más que datos informativos, pero que hubieran completado la visión de los beneficios, más allá de los espirituales, de poder seguir en actividad después de la jubilación.