Miedo bien vestido de comedia negra
Una chica está esperando al agente de la inmobiliaria al que quiere entregarle un departamenteo viejo que tiene para alquilar. Ella está en la puerta de calle, pero el hombre estaba arriba y tiene una gran propuesta: alquilárselo por el triple de lo que vale a un cliente especial, sólo que ella debe esperar que llegue la gente de la oficina para hacer el contrato ipso facto. Es un día raro, se espera un eclipse solar, y pronto a la chica (una abogada española que ya de por sí está bastante loca), de a poco todo se le empieza a volver realmente pesadillesco.
Es obvio que el asunto se va a poner feo -la abogada también es una auténtica malvada, así que algún castigo se merece- pero la gracia de «Penumbra» es que no se sabe por un buen rato por dónde viene el problema terrorífico. Y los directores Adrián y Ramiro García Bogliano se las arreglan muy bien para mantener su esotérico enigma incluso en el mismísimo final cuando ya han rodado cabezas a lo grande (en este caso, esto no es ninguna metáfora).
«Penumbra» podría ser un thriller, un film de terror sobrenatural o una comedia negra. En realidad, principalmente es esto último, ya que la historia está contada con la ironía y el delirio propios del viejo cine inglés o del Polanski de «Cul de Sac» (aunque el bajo presupuesto y la acción en un decorado básico recuerdan a «Repulsión»). No es que se trate de exagerar los logros de esta muy buena película de terror, sino de explicar los guiños y el estilo elegido por los Bogliano en su intento de salir del ghetto de los fans del género, para conseguir atraer al público masivo, algo que perfectamente podrían lograr con este sólido producto.
A favor de esta intención hay que señalar un par de actos iniciales un poco lentos y convencionales, que por falta de acción terrorífica, pueden desesperar un poco al público que ya vio algo de su prolífica obra, («Sudor frío», «No moriré sola», «36 pasos», «Habitaciones para turistas» son algunas de las más vistas).
Por suerte luego todo va explotando debidamente, pero ese lento despegue lo tienen que remar los dos protagonistas principales demostrando un talento a toda prueba tanto para el suspenso como para el humor solapado. Cristina Brando como la implacable y despiadada abogada es la actriz que se enfrenta con eficacia al desafío de bancarse todos los climas del guión, y Sebastián Berta Muñiz es el lunático agente inmobiliario que debe mantener la ambigüedad inicial y acentuar el sadismo del final, y realmentee logra componer a un villano memorable. Aunque el que se roba las pocas escenas en las que aparece indudablemente es un antológico Arnaldo André, cuyo personaje de gurú refinado y enigmático merece aparecer en alguna secuela de esta película que abre todo un panorama para el cine de género en la Argentina.