Los directores Juan Irigoyen y Cristian Jure son los responsables de llevar a la pantalla grande el retrato de uno de los cantantes más carismáticos y convocantes que la movida tropical supo tener El Pepo. Así “Pepo: la última oportunidad” (2017) se presenta como un breve recorrido por los últimos años de quien supiera, originalmente, liderar “Los Gedientos del rock” y que luego en solitario sorprendió a las audiencias con un estilo desprejuiciado y directo.
Desde el back de la grabación de un disco, de un show, de un programa emblemático de televisión, o lo que se registre, se posibilita una configuración cuasi directa sobre el músico y su entorno.
Desde el recuerdo de “Los gedientos…” , formación, imaginada por Pablo Lezcano como el reducto de resistencia que iba a configurar un estilo musical propio, se va desarrollando un relato que termina por interesarse más por el contexto que por el personaje del título. La cárcel, las drogas, el alcohol, los excesos, todos son visualizados como una parte esencial de la misma cara que por momentos se denuncia, y por momentos sólo se enumera sin contextualizarla.
Rubén, el Pepo, sufre como cualquier ser humano, llora, se ríe, grita, se estimula con sus propias limitaciones para ir más allá en la construcción narrativa de un fenómeno casi inasible y volátil.
Los directores por momentos se entusiasman con la figura, la enaltecen, la glorifican, pero por momentos también la humanizan y la terminan juzgando por sus falencias y por sus inexplicables actos. Uno de los hallazgos de “Pepo: la última oportunidad” es la capacidad para sorprender al espectador, con, por ejemplo, la recreación de situaciones de la vida del músico, como las disputas con su ex pareja ante la explosión de los celos.
Esos fragmentos, que rompen con el verosímil del documental, pero que suman desde la “recreación”, van desplazando la mirada hacia un costado muchísimo más humano que el de las decisiones asociadas a la descripción.
El film dialoga, inevitablemente con “Alta Cumbia”, film realizado en solitario por Jure, que repasaba los últimos años de la movida “tropical” y en donde ya se dotaba al Pepo de un lugar predominante en la escena local.
Irregular en algunos planteos y decisiones estilísticas, pero honesta y verdadera por donde se la mire, “Pepo: la última oportunidad” interpela más allá de la figura que representa, desde la inevitable realidad que golpea a los más vulnerables, quienes por más seguridad en la exposición y manejo con la fama, terminan cayendo en las redes del ocio y de la oscuridad a pesar de todo.