José (Daniel Hendler) es un talentoso dibujante que se queda sin trabajo y empieza a pasar mucho tiempo en casa. Enunciado así, el tagline de Petite Fleur/Pequeña flor, la película de Santiago Mitre, esconde su rareza. Eso que hace de esta historia, tomada de un relato de Iosi Havillo (el guión escrito con Mariano Llinás, como todos los films de Mitre), una extravagancia políglota y crosgénero.
Es que José está viviendo en Francia, donde se comunica en un francés muy básico (un desafío perfecto para ese registro atribulado que es especialidad del uruguayo Hendler). Vive con su mujer francesa (estupenda Vimala Pons), que tendrá que salir a trabajar, y su pequeña bebé, Antonia.
En su forzoso tiempo libre el artista establecerá un vínculo con el vecino de al lado, un sibarita amante del jazz (Melvil Poupaud). Una relación que parece servirle de válvula de escape, entre vinos caros, ricas picadas y buena música, a pesar de el primer encuentro termina en un baño de sangre y gore.
Comedia negra, cruzada con historia de rematrimonio, retrato de la vida conyugal de expatriados, hablada en francés, Pequeña Flor es una sorpresa en la línea de trabajo de Mitre (La Cordillera, La Patota, El Estudiante), un director interesado en temas políticos que pronto estrenará Argentina, 1985, la del juicio a las juntas.
Para muchos, el tipo de humor que propone podrá resultar desconcertante. Aunque no todos los chistes tengan la misma eficacia, sirven como vehículo para comentar asuntos diversos, de los más serios, con inteligencia y libertad.
Lo imprevisible de la historia y el material difícil de encasillar que ofrece la convierten, entre tanto producto formateado, en una obra fresca y deforme, en el mejor sentido.