La película de apertura del BAFICI 2022 llega ahora a las salas comerciales. Un plato fuerte que, con mucha personalidad, sigue explorando ciertas ideas presentes en la obra de su director, pero quizás llevadas hacia un lugar un poco más experimental e intrigante que en sus relatos anteriores.
«Pequeña Flor» o «Petite Fleur», ya que se trata de una coproducción con Francia, es el más reciente trabajo de Santiago Mitre, director de «El Estudiante» (2011), «La Patota» (2015) y «La Cordillera» (2017). Tras tres films aclamados por la crítica, Mitre se despacha con una obra bastante más experimental y diferente a sus trabajos anteriores que propone justamente de una manera más anárquica, enfocarse en ciertas cuestiones.
El largometraje está basado en una novela de Iosi Havilio, adaptada por el mismo Mitre y Mariano Llinás. En ella se cuenta la historia de José, un ciudadano argentino (Daniel Hendler) que recientemente se radicó en Francia junto a su pareja Lucie (Vimala Pons), con quien tiene una hija recién nacida. La pareja parece tener ciertas diferencias en sus personalidades y en sus formas de enfrentar la vida, cuestión que los lleva a discutir muy seguido. José pierde su trabajo como historietista y al no hablar demasiado francés, se queda en el hogar con su hija mientras que Lucie, que recibe una oferta laboral, comienza su nuevo trabajo. José parece verse enfrascado en una rutina que lo tiene intranquilo pero que tampoco sufre demasiado, comienza a investigar su barrio y conoce a su nuevo vecino (Melvil Poupaud). Tras el encuentro con este excéntrico y acaudalado personaje, fanático del jazz y coleccionista de memorabilia vinculada a dicho género musical, ambos tienen una suerte de disputa en la cual José termina matando a su vecino. No obstante, al día siguiente el mismo parece estar sano y salvo en su domicilio. A partir de allí José entrará en una especie de loop surrealista donde la rutina se combina con lo fantástico.
Mitre parece aglutinar varias ideas, o incluso varias películas en una. Por un lado, tenemos una comedia negra al estilo de «Very Bad Things» (1998), donde ocurre un asesinato donde el/los protagonistas tienen que ver cómo afrontar las consecuencias. Por otra parte, tenemos un drama familiar donde la mujer parece lidiar con cuestiones como depresión post-parto, crisis existencial y distintas formas de afrontar la convivencia (ella es muy inquieta y extrovertida, le gusta salir durante la semana, mientras que él parece ser un conformista que disfruta de la tranquilidad y la rutina) e incluso la vida. Y finalmente, un relato de misterio con toques de fantástico donde tenemos un crimen que parece no suceder y llevarse a cabo infinidad de veces (¿o acaso se trata de algo que sucede en la mente del protagonista?).
Como sea, el director se las ingenia para yuxtaponer sus diferentes ideas en un relato irreverente sumamente entretenido, con varias capas para dejar a la interpretación y del cual el espectador no podrá sacarle la mirada desde principio a fin. La obra funciona un poco como la música (especialmente el jazz, con la pieza compuesta por Sidney Bechet que le da nombre al título del film) con su estructura compleja y llena de cambios de ritmo. De una forma similar funciona «Pequeña Flor», un film con varias caras, como las del protagonista que descubre su catarsis en los encuentros con su vecino llenos de violencia y desenfreno, para luego intentar recomponer su pareja. Dejarse llevar por el relato (y la experimentación), sus personajes y sus comportamientos parecen ser la clave para disfrutar la película incluso ante algunos reparos que uno pueda llegar a hacerle.