Del director Alexander Payne (“Los descendientes”) con guión propio y de Jim Taylor es un film extraño que arranca bien con una distopia extraña e intrigante, pero luego navega otras aguas que hacen perder el interés. En un mundo que agota sus recursos, un científico logra algo insólito, achicar primero animales y luego humanos hasta que tengan 12 centímetros de altura. Con el tiempo ese adelanto deriva en empresas que administran ese mundo mínimo, donde con la venta de los bienes de una clase media se pasa a ser millonario en ese contexto mini. Un mundo paralelo que muestra a todos una felicidad extrema y tentadora. Por eso el personaje de Matt Damon decide con su esposa afrontar el “achicamiento drástico”, para salir de sus deudas, para convertirse en humanos con nivel alto y que pueden permitirse vivir sin trabajar. Pero cuando llega el momento, ya nada es como parece ni se esperaba. En un primer momento el film aborda lo insólito y lo gracioso con efectos especiales y preparativos sorprendes. El humor y la ironía siempre presentes. Luego llega la mirada crítica a ese mundo, la utilización de reducir literalmente a los humanos usado por poderosos para “minimizar” enemigos, y el descubrimiento de un mundo marginal y sin esperanzas en esa sociedad mini que replica el tamaño natural con todos sus problemas. Y el descubrimiento de los grandes negocios y las trampas posibles. Pero luego el film se olvida del enfrentamiento de los tamaños y se interna en una mística búsqueda de una solución para que sirva al homo sapiens a sobrevivir al supuesto cercano colapso de los humanos en este mundo. El argumento pierde fuerza y en sus dos horas quince comete el peor de los pecados: aburrir.