Más allá de la aventura.
El cine de Ciencia-Ficción, y más aún el de la comedia de ciencia-ficción, demostró a través del tiempo tener una vertiente que se inclina hacia el más puro entretenimiento, con argumentos mínimos, buena dosis de humor, batería de efectos y ritmo rimbombante, como para dejar el cerebro dentro del balde de pochoclo o el vaso de gaseosa y disfrutar sin culpa de un pasatiempo ligero. La reciente Jumanji: En la selva es un digno y eficaz ejemplo para demostrar que per se, estas no tienen por qué ser malas.
También tenemos aquellos realizadores, mucho más personales, que suelen utilizar a la comedia y a la realidad alternativa como punta de lanza para analizar hechos concretos mucho más reales que la premisa que plantean. Joe Dante es uno de ellos, y Alexander Payne se sube al carro con la imaginativa y corrosiva Pequeña gran vida.
Pequeñas circunstancias
Hace años que se viene hablando de un mundo en posible colapso de recursos por el peligro de la superpoblación y el consumo desenfrenado de una vida materialista. Alertado por esto, un científico noruego cree haber hallado la solución a través de la reducción o miniaturización de los seres humanos. Claro, al ser más pequeños se necesita de menos consumo; por otro lado los recursos quedan más “grandes”, por decirlo de algún modo. ¿Se acuerdan de Querida encogí a los niños, la galleta y la gota de agua gigante? Bueno, eso.
Por supuesto, ¿a quién le importa realmente pavadas como la crisis de un consumo descontrolado? Una empresa norteamericana toma esta idea y, utilizándola como excusa, lo que realmente ofrece es la posibilidad de un mundo de confort utópico al ser reducido y pasar a vivir dentro de un barrio de maquetas de mansiones en miniatura, en la cual, al necesitar menos, se puede despilfarrar más. Eso sí: como pantalla, la misma empresa también nos habla de empequeñecerse por el peligro de la escasez de recursos.
Paul Safranek (Matt Damon, magnífico) y su esposa Audrey (Kristen Wiig) son dos personajes bastante patéticos de esos que tanto gusta retratar a Payne, quienes, cual DouglasQuaid/Arnold Schwarzenegger en El vengador del futuro se ven tentados de abandonar su realidad para pasar a vivir de un modo más artificioso.
De aquí en más, Pequeña gran vida entrará en una vorágine constante que mantendrá al espectador atento a lo que suceda, aunque también algo desconcertado por momentos.
Serán varios los hechos que atraviese Paul en este mundo de abundancia minimalista. Desde ser abandonado por su esposa a descubrir que no todo es como lo creía.
En realidad, como sucedía parcialmente con el Jim McAllister que compuso Matthew Broderick en Election (no solo del mismo director, sino también del co-guionista, Jim Taylor), Paul es un protagonista lateral, un tipo con una existencia tan patética y vacía que observa con bastante pasividad cómo las acciones ocurren a su alrededor mientras él se deja arrastrar.
Se cruza con un vecino insoportable y su “co-equiper” (Christoph Waltz y Udo Kier, brillantes) que intentan sacarle el mayor rédito posible a esta vida banal de lujo, paro luego recaer en los marginados de suburbio representados por una vecina vietnamita (Hong Chau).
Payne y Taylor utilizan a su protagonista para mostrar todo un estado de situación, y así convertirlo en un pequeño gigante.
De aquí, de allá, y de la crítica social
Es llamativo cómo Pequeña gran vida llega a la cartelera local precedida de un estreno en su país bastante menospreciado por crítica y público.
Probablemente se aplique aquel axioma que ni a Hollywood, ni a sus ciudadanos, les caiga demasiado en gracia la verdadera autocrítica. Lo mismo sucedió con el film anterior que protagonizó Matt Damon, Suburbicon, con el cual comparte la mirada ácida sobre la mentira idílica de los barrios privados. Pareciera que cae mejor mantener una mirada liviana y complaciente, una crítica aparente, como muchos de los títulos que terminan alzándose con estatuillas años tras años.
También es cierto que -al igual que el film de George Clooney- Pequeña gran vida es una propuesta inquieta, que varía constantemente y a la cual le cuesta hacer pie.
El último tramo, cuando Paul descubra gracias a la mujer vietnamita los placeres de la vida altruista, perderá algo de fuerza, será un poco más complaciente a la necesidad de un final feliz, aunque termine “avivándose” y recupere el ritmo para lograr un buen balance.
Conclusión
Pequeña gran vida es el salto de Alexander Payne a las películas más comerciales sin perder su mirada satírica, haciendo un buen uso práctico de los efectos, con un Matt Damon soberbio que no para de crecer y secundarios que lo acompañan brillantemente. Aún con algunas vueltas menos y un tono desparejo, se posiciona dentro de las mejores propuestas mainstream del 2017.