En Pequeña gran vida se vuelve a repetir el mismo problema que tuvo Suburbicon, el film dirigido por George Clooney que también protagonizó Matt Damon el año pasado.
Los trailers promocionales de esta propuesta venden una película diferente que no la es que después encontramos en el cine.
Los avances parecían brindar una película interesante y divertida que luego resulta decepcionante cuando descubrimos el verdadero trabajo del director Alexander Payne.
El concepto original de la historia era muy atractivo.
Para solucionar la crisis de superpoblación, los científicos consiguen reducir a los humanos a cinco pulgadas de alto, algo que genera una revolución social en la humanidad.
Los primeros cuarenta minutos, donde se presenta la idea de la historia y los personajes principales son muy buenos y Pequeña gran vida amaga con desarrollar otra comedia original del director Payne.
Lamentablemente el film luego decae por completo en el tedio cuando el realizador pierde el foco del conflicto e intenta acaparar numerosos temas en un mismo argumento.
En consecuencia, como ocurrió con Suburbicón, nos encontramos con una película donde no queda claro qué quería hacer el director con estos personajes y el concepto de la historia.
Payne intenta desarrollar una sátira social y crea una ensalada extraña donde la crítica al consumismo, el sueño americano y el capitalismo se mezclan con la amenaza del calentamiento global de un modo desconcertante.
Lo peor es que el director tampoco tiene nada interesante para expresar en ninguna de las temáticas que aborda y el film resulta bastante superficial en ese aspecto.
Una lástima porque el elenco es muy bueno y la trama tenía un comienzo muy sólido, pero el gancho de la propuesta luego se desinfla para desarrollar una película aburrida que pierde su rumbo.
Pequeña gran vida no es un film malo pero dentro de la filmografía de Alexander Payne, quien en el pasado brindo grandes películas como Entre copas, Los descendientes y Nebraska, resulta una historia olvidable.