Un relato futurista sirve como excusa para las desventuras de otro film melancólico y jocoso de Alexander Payne.
En un mundo donde la Tierra está en grave peligro ecológico, algunos habitantes deciden reducirse de tamaño (a 10 cm) y salvar así al mundo. Bueno, la realidad es que las personas deciden encogerse porque siendo más chiquitos el consumo y el valor de los bienes es mucho (mucho) menor que en la vida normal, es ahí lo tentadora que puede ser esta nueva oportunidad. Vivir con los lujos de la clase alta o no tener que trabajar nunca más son los grandes beneficios para los pequeños habitantes, o por lo menos así lo pinta el spot publicitario que los incita a dar el salto.
En esta historia, nos centramos en Paul Safranek (Matt Demon), quien con varios problemas financieros, y lejos de que la casa de sus sueños se haga realidad, motiva a su pareja (Kristen Wiig) para encogerse y pasar al territorio de los pequeños ricos. Pero algo no sale como lo habían planeado y el protagonista queda varado en la sociedad diminutiva donde verá baches y declives que le depara su nuevo vecindario. Allí conocerá a un excéntrico contrabandista (Christoph Waltz) y a una ex activista vietnamita (Hong Chau).
El director plantea dos mundos para contar diferentes vivencias melancólicas del protagonista, mientras que en uno trata de alcanzar el sueño americano, en el otro está rendido antes la soledad y el vacío existencial. La sátira política no se hará esperar tampoco, y entre gags efectivos (y otros no tanto), el film demostrará dónde está situada en esta rueda opulenta sobre el futuro de la humanidad. Esta ventana de un mundo imaginario no es un total retrato de la realidad, ya que más que profundizar los baches actuales se muestra como una vidriera del morbo y hasta qué punto se podría llegar con todo esto.
Sin embargo, lo más destacado dentro del largometraje se encuentra en la sólida y emotiva interpretación de Hong Chau, su personaje genera simpatía y devoción hasta tal punto de sacarle la lágrima de llanto a Waltz, actor que cumple dignamente su rol. Más allá de las figuras centrales, se encuentra diversos cameos (casi innecesarios) de artistas como Neil Patrick Harris y Laura Dern.
La propuesta ronda en situaciones incómodas, discursos absurdos sobre el destino y personajes sesgados por la locura; no es novedoso en la filmografía de Payne incluir estos rasgos; lo mortificante de su reciente apuesta es la excusa que va quedándose a un costado, el micromundo deja de ser chico para pasar a ser ordinario. Como una pista de que al fin y al cabo nada cambia independientemente de los tamaños.
A pesar de sus difusiones y desbalances, “Pequeña gran vida” se presenta como una comedia satisfactoria, logrando alcanzar momentos memorables y una larga lista de risas de la mano del trío Demon, Waltz y Chau.