La melancolía de Daniele Luchetti
Basada en la novela de Francesco Piccolo, quien también escribe el guión, la película protagonizada por Pierfrancesco Diliberto es una comedia dramática sobre la felicidad.
Pequeños momentos de felicidad (Momenti di trascurabile felicitá, 2019) arranca muy bien, con buen ritmo y tono reflexivo sobre los tiempos que corren (en más de un sentido). El disparador es muy bueno: un hombre muere en un accidente y llega a un purgatorio muy italiano donde, por un error del sistema, le conceden 92 minutos más en la tierra para atar los cabos sueltos y luego si, ser ingresado en el cielo o el infierno.
Este inicio recuerda al clásico de Ernst Lubitsch El cielo puede esperar (Heaven Can Wait, 1943), o su más atinado título español “El diablo dijo no”. El disparador del film de Luchetti es similar al del producido por Hollywood, del mismo modo que emparenta los mejores momentos de la vida del protagonista con sus relaciones amorosas. Relaciones que funcionan como una especie de aprendizaje sobre la importancia de su esposa en su vida.
El protagonista se vincula con las mujeres -entiéndase es infiel- como un síntoma simpático de su inmadurez, un tema que se toma con la misma naturalidad y sentido que en el film dirigido por Ernst Lubitsch en 1943, solo que 80 años después. Un dato al menos curioso.
De esta manera el realizador italiano de La nostra vita (2010) busca la identificación del espectador con el periplo melancólico del protagonista a partir de ciertos "lugares comunes" descriptos por el film. Aparece también brevemente la relación que debe recuperar con su hijo y, sobre todo, con su hija preadolescente. Otra mujer de carácter fuerte que le impone condiciones más allá de su estilo seductor.
Pero el factor fantástico de donde surge el humor de la película -el regreso a la vida con un anciano burócrata que lo sigue de cerca- se desvanece en la segunda mitad por el melodrama, con la única intención de cerrar el círculo planteado en un inicio. El azar propio del comienzo deja lugar al destino como consecuencia necesaria de los actos “sos un imprudente, un irresponsable” le dice el anciano al verlo cruzar la avenida. El mensaje inspirador se desdibuja en pos de un final feliz.