La optimista Pequeños momentos de felicidad retrata a un hombre común sin tiempo que perder
Cuando los burocráticos empleados del Más Allá le conceden la posibilidad de volver a su vida para despedirse para siempre, el siciliano promedio que encarna memorablemente Pif no duda en retomar sus rutinas como gesto de amor, en esta enaltecedora comedia de Daniele Luchetti
“Cuando juegas, el tiempo se frena y la vida se alarga”. La frase llega al corazón del resignado Paolo justamente cuando el reloj empieza a decirle que su propio tiempo se está acabando. Al hombre, un ingeniero siciliano de cuarenta y tantos que representa a la perfección la idea de existencia humana medida desde el término medio, los encargados de abrirle las puertas del más allá le concedieron la gracia de volver por un rato a su mundo cotidiano antes de despedirse para siempre.
Poco antes había sufrido un accidente mortal, pero logra convencer a quienes administran el paso al otro mundo desde un inmenso y muy italiano edificio administrativo que es víctima de un error. Así consigue un rato más para poner sus cosas en orden, especialmente con su familia: una esposa bella y perspicaz llamada Agatha y los dos hijos de la pareja.
Paolo es el paladín de las rutinas, de las fobias y de los rituales maniáticos y obsesivos de un siciliano promedio. Ama a su esposa pero no puede resistirse a la atracción que ejercen sobre él otras mujeres, pocas veces logra entrar en sintonía con sus hijos y sueña con sus amigos con volver a ver a su querido Palermo en la serie A. Su vida se rige por una filosofía basada en algunas preguntas obsesivas (¿se apagará la luz interna de una heladera cuando la puerta está cerrada?) y frases por el estilo.
Todo, por supuesto, cobra otro sentido tras el accidente y Paolo retoma todas sus conductas y sus interrogantes desde una nueva y definitiva perspectiva, ahora sin espacio para dudar. De la mano de la peripecia de Paolo, Daniele Luchetti construye el amable y agridulce relato de un hombre que trata de poner las cosas en orden llevando al italianísmo universo de su protagonista la mirada optimista clásica de Frank Capra y del Ernst Lubitsch de El cielo puede esperar.
Hay mucha convicción en el realizador para insuflar decisión, certero humor, ironía y observaciones que por suerte escapan del costumbrismo más ramplón al derrotero de un hombre que no quiere dejar ninguna cuenta pendiente. El tiempo que parece quedarle (equivalente a la duración real de la película) es una sencilla y lúcida declaración de principios de Luchetti. Nada mejor que el cine para contar toda una vida desde una pequeña suma de hechos y episodios en apariencia irrelevantes, término que traduce al español el adjetivo “trascurabile” del original italiano.
Con la apariencia, el gesto y los movimientos del hombre común que mantiene el mismo aspecto en el pasado y en el presente (gran decisión de puesta en escena de Luchetti), Pierfrancesco Diliberto, conocido en el mundo artístico italiano por el seudónimo de Pif, encarna de manera inmejorable al protagonista. A su lado también se luce Thony (Federica Caiozzo), siciliana como Pif y reconocida en su tierra más que nada como cantante y compositora. Muy parecida a primera vista a Rebecca Hall, con su inmensa sensibilidad y toda la gracia del mundo para moverse, Thony desmiente la poca experiencia actoral con la que llegó a este proyecto.