¿Qué cosa haríamos si inmediatamente después de morir, en el cielo nos dieran una extensión de hora y media para retornar a la Tierra? ¿Cuántas cosas se podrían hacer en ese corto lapso cuando sabemos que el final es inevitable?
Sobre estos interrogantes gira la última comedia dramática de Daniele Luchetti, «Pequeños momentos de felicidad». Esta es la historia de Paolo (Pif, apodo artístico del actor), ingeniero palermitano (no, de acá no, de Italia!) quien desplazandose en moto imprudentemente por la ciudad, es atropellado por un camión. Está casado, tiene dos hijos y es, joven. Como consecuencia de haber perdido la vida, es transportado a una oficina en el Paraíso que funciona como aduana de quienes ingresan allí.
Luego de una corta charla con los empleados de la «recepción», un funcionario le informará que debido a un error técnico, no se han computado unos minutos extras que deberían haber sido tenidos en cuenta y en consecuencia, se le bonificará eso, para ofrecerle un pequeño ratito para regresar a la Tierra.
Acto seguido, le da unas breves recomendaciones y así es que nuestro protagonista tendrá que volver al plano que inexorablemente abandonará en nada menos que 92 minutos.
La premisa sobre la que se estructura el relato es conocida, la hemos visto con anterioridad, pero su tratamiento es ligeramente distinto. Aquí, Paolo transitará por esos espacios, lleno de urgencia y sentimientos encontrados, alternando alegría y tristeza, en cantidades asimétricas, prevaleciendo esta última emoción.
Nuestro personaje central será acompañado por un ángel, muy bien interpretado por Renato Carpentieri, quien le dará conesjos que el simpático y atribulado fallecido, desobederá prolijamente en su afán de cerrar algunas cuestiones de su vida, que ameritaban un tiempo mayor.
La cinta transcurre entonces alternando momentos donde la ternura invade la escena, y otros que pueden desconcertarnos. En el estado de desesperación que posee Paolo, se mezclarán diversas historias, con su mujer, amantes, colegas…hijos.
Se reviven recuerdos, infancia, relaciones. Todo dentro de un clima que inicia con alegría, pero en pocos casos se tiñe de sentimientos de pérdida y vacío. Sí, hay correctas actuaciones, sólidos recursos técnicos (quizás la OST podría haber acompañado mejor las transiciones) y el film, a pesar de su tono melancólico y apagado, se deja ver y fluye, naturalmente.
Quizás no alcanza una intensidad mayor, profunda, más compleja, porque está en cierta manera, centrado mayoritariamente sobre los intereses románticos, y el nivel de velocidad que se juega para caracteriar estos vínculos en pocos minutos, sólo funciona para el rol de su esposa. Me hubiese gustado quizás también algo menos equilibrado y arriesgado, pero Luchetti elige un tono de pocos matices que vuela bajo y nos deja con ganas de más.
Sin embargo, la candidez de Pif en su rol, permite que la propuesta se atraviese pacíficamente en toda su extensión. Esta comedia dramática, en definitiva, es un intento de exploración de un subgénero (el regreso a la vida después de la muerte) que sin dudas, espera una renovación mayor de la que aquí presenciamos.